ARACNET VOL IV. Julio - 1999

Número 4, julio de 1999
Índice

 

ARACNET

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Publicación de la CV-e

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Índice

La Entomología del Tercer Milenio

Este artículo se publica al mismo tiempo en ARACNET y en el BOL. SEA nº 25

Antonio MELIC
Avda. Radio Juventud, 6
50012 ZARAGOZA

Resumen: En el presente artículo ‘de opinión’ se establece una valoración de la actual situación de la Entomología española y se presentan diversas ideas en torno a los problemas y retos que tiene planteados la disciplina a las puertas del Tercer milenio, así como algunas de las soluciones y proyectos que podrían adoptarse como respuesta a los mismos.

Nota previa (O Aviso a Navegantes): Teniendo en cuenta el pomposo título de este artículo, lo que sigue debería ser una reflexión seria, cuidadosa y formalmente intachable de lo que, en mi opinión, ocurre y debería ocurrir con la entomología española del II y III Milenio respectivamente. He intentado hacerlo así, pero al final he preferido ser fiel a mis maneras poco amigas del convencionalismo y la cortesía como forma de hipocresía aceptable y aun exigida. Lo que expongo a continuación es serio (y creo que cabal); la forma en que lo hago, sin embargo, disgustará y pueda ser tachada de poco apropiada, irónica, tremendista, presuntuosa o agresiva, según el barrio. Lo lamento por los que así opinen, pero creo que merece la pena probar otros caminos, especialmente cuando los convencionales, esos que son bien vistos, han demostrado que en general sirven de muy poco. Ya se entenderá, al menos quien se adentre en el artículo, a qué me refiero. Lamentaré que sólo se dé por aludido un número reducido de personas o instituciones.

 

Tam, tam, tam...

    Con candorosa ingenuidad año tras año caemos en la misma trampa y aprovechamos el salto de esa deletérea barrera que separa cada guarismo del calendario para formular todo tipo de declaraciones de intenciones, fijándonos objetivos que consideramos imposibles de cumplir en cualquier otro momento (p.e., en febrero o septiembre), asumiendo, con un convencimiento cercano a la fe, severos compromisos (‘dejaré de fumar’, ‘éste año seré fiel’ o ‘decididamente terminaré la tesis’....). Supongo que va con nuestra naturaleza, propensa a la trascendencia a la menor oportunidad, aunque ésta sea algo tan banal como una aproximación al tiempo que la Tierra tarda en dar la vuelta a una miserable estrellita perdida en el cosmos (casi) infinito. Es el mito del Fénix, el final de una etapa y el inicio de un nuevo estadio o fase. Comenzar, renacer, una nueva oportunidad para dejar atrás los errores pasados y emprender una etapa llena, al menos en la imaginación, de éxitos...

    Cuando la fecha, por aquellas cuestiones de la numeración decimal, hace girar también el dígito de las decenas o centenas, el asunto toma tintes todavía más solemnes y los compromisos y promesas se expanden hasta cubrir completamente el nuevo periodo temporal: la década, el siglo (para los muy optimistas, o la parte que nos toque vivir de él, para los más prudentes)...

    Resultaría absurdo fabricar relojes que sólo midieran los milenios (alguien lo intentará en fechas próximas, seguro). La razón es evidente: por reducido que fuera su coste, resultaría desproporcionado con respecto a su utilidad. Sin embargo, por primera vez en los últimos mil años, esta afirmación razonable se convierte en dudosa. Vamos, realmente, a cambiar de milenio y todos esos anhelos e inquietudes a que antes me refería se sitúan en un nivel superior, estratégico, tal vez, por raro que parezca, de ‘grupo’ y no de simple individuo. La ocasión, propiciada por el poder simbólico de la fecha, lo merece. Es hora pues de recapitular y de proponer compromisos. Es momento de formular declaraciones sinceras y fijar objetivos y metas a la altura de las circunstancias, es decir, para el grupo y para el milenio. Es el momento de hacer balance y de mirar al futuro (de hecho, siempre es buen momento para ello).

    Así que desde esa perspectiva superior, deberemos dedicar algunos instantes a pensar en la Entomología del Tercer Milenio. ¿Haremos balance? Y sobre todo ¿fijaremos nuevos objetivos y metas? ¿Haremos propósito de enmienda de nuestros errores históricos? ¿Asumiremos nuevos compromisos? Y más aún: ¿lo haremos sólo la Nochevieja del 2000 o seremos capaces de mantener esos planteamientos más allá del 1 de enero del 2001 cuando la chispa del champán se haya diluido entre polvorones y turrón?

    No tengo ni idea, porque, de hecho, ni siquiera estoy seguro de ‘la mayor’: ¿existe la entomología española? ¿Existimos como colectivo?.

 

Un balance:    prometedor,    mediocre,    desolador [señálese lo que proceda]

    Es mucho lo que ha hecho la Entomología y los entomólogos españoles en los últimos años; muchísimo. Si tenemos en cuenta las condiciones de partida y la escasa disponibilidad de fondos públicos para la investigación entomológica hay que reconocer que nuestros mayores (por mejores, que no necesariamente más ancianos) han hecho una labor francamente elogiable. Sin embargo, es tanto lo que queda por hacer (un trabajo retrasado durante más de un siglo) y tanto lo que podría haberse hecho en otras condiciones que, en mi opinión, la nota ‘media’ del curso ni siquiera llega al aprobado. De hecho, de no ser por apenas dos decenas de auténticas ‘matrículas de honor’, esa nota global bien podría rondar el Muy Deficiente, una magnitud indeterminada próxima al cero absoluto de Zipi y Zape. Es cierto que las condiciones generales han puesto muchos impedimentos y es especialmente doloroso que muchos de esos obstáculos provengan de los propios organismos que deberían haber sido auténtico motor de la investigación entomológica española. Lejos de eso, no es extraño que desde ámbitos Universitarios se hayan perjudicado labores científicas, o que desde el propio Estado (de sus herramientas vinculadas a la investigación) se hayan impuesto modos, requisitos, prioridades y hábitos absolutamente perjudiciales para el desarrollo del avance científico y asignaciones de recursos poco menos que pintorescas o estrafalarias (por llamarlas de algún modo). Todo esto unido al arraigado y ya célebre (gracias a Nature) nivel de corruptela generalizada imperante en ámbitos públicos nacionales relacionados con docencia e investigación y a la secular envidia del pueblo latino hacia sus semejantes (que en nada desmerece a tan graves o peores vicios de otros pueblos cercanos), han conseguido que no se dieran las circunstancias adecuadas para el auténtico despegue de la entomología española. Frente al romanticismo que pintan los relatos naturalistas de hace unos años hay en nuestra disciplina un aire rancio, un olor a podredumbre y miradas esquinadas como cuchillos que envuelven el mundillo de la entomología española en casi todos sus rincones. Demasiados enfrentamientos soterrados, demasiados miedos y dependencias, demasiadas envidias, demasiada hipocresía para soportarla, como dicen de ciertas molestias, ‘en silencio’.

    Como soy fiel a mis metáforas, suelo repetirme; discúlpeseme: Hace unos 3800 millones de años los primeros organismos unicelulares comenzaron a navegar por las aguas de un planeta virgen, lleno de potencialidades (como luego se demostraría), pero prácticamente vacío de vida. Habría que esperar mucho tiempo hasta que aquellas primeras moneras comenzaran a organizarse. Al principio como simples agregaciones de individuos; luego, diversificándose, especializándose y dando lugar a comunidades elementales, pero cada vez más complejas, más sofisticadas, más organizadas...

    Pues bien, si tuviera que fijar el nivel de organización alcanzado por nuestra entomología en una escala que partiera de aquellas primeras moneras inventoras de la vida y los niveles de complejidad de los organismos actuales a los que llamamos ‘más avanzados’, creo que me decantaría por los pólipos. Sí, no creo que salvo honrosas excepciones hayamos pasado de un simple nivel de agregación física de organismos sobre un mismo sustrato. Juntos pero en competencia brutal, peleando denodadamente contra cualquier otro pólipo que pueda acercarse lo suficiente a nuestra posición como para quitarnos alguna miserable partícula que filtrar. Ahí estamos, agregados que no unidos, salvo por la circunstancia de compartir un reducido pedrusco semienterrado en el lodo marino (reducido, especialmente desde el punto de vista ‘económico’) y por el hecho filogenético, pero en definitiva intrascendente, de ser ‘pólipos’. Fuera de eso, nuestro destino colectivo no existe.

    En definitiva, en mi opinión, hemos dedicado el Segundo milenio a construir un bonito arrecife levantando a duras penas nuevas capas de débil vida sobre miles de esqueletos previos que en algún momento también pensaron que estaban ‘en la cumbre’, pero básicamente, una barrera natural arisca y peligrosa que hace naufragar barcos todos los días, aunque el mar esté en calma. ¿Y así será el Tercer milenio entomológico? Sin duda. Entonces... ¿para qué preocuparse?

 

¿Y si Lamarck tuviera razón (con todo lo que nos hemos reído de él)?

    Bueno, aunque suene peligrosamente a anatema evolutivo, algunos de aquellos pólipos proterozoicos tuvieron que hacer algo para dejar de serlo y dar lugar, con el tiempo y algunas modificaciones, a gusanos, a moluscos o a otros grupos, es decir, a un organismo más complejo, organizado de otro modo, adaptado a nuevas posibilidades, con una nueva forma de vida.... es una posibilidad que tal vez tenga nuestra entomología: la de evolucionar.

    No quiero decir que los entomólogos debamos optar entre ser pólipos filtradores de partículas dudosas o, con suerte, pasar a ser gusanos. Es probable que algunos tengan ya una opinión formada y consideren justificada esta definición textual en algunos casos concretos, pero no, la cuestión es otra, que podría resumirse en que es necesario un cambio drástico, una explosión filogenética que nos saque del infecto pedrusco marino al que nos aferramos y nos permita nuevas alternativas. No hablo de organismos concretos: hablo del grupo, del colectivo, del nuevo Taxon ‘entomologicus’.

 

La comunidad nacional de pólipos

    Como en la Naturaleza, la diversidad es una consecuencia de la especialización. Cada vez son más los subgrupos de entomólogos que dedican la mayor parte de sus esfuerzos a cuestiones o perspectivas más y más detalladas, más especializadas. Es algo inevitable teniendo en cuenta la vastedad de conocimientos acumulados y la fabulosa diversidad de organismos involucrados. Pero probablemente ello afecta a la cohesión del grupo y produce ‘gaps’ o vacíos en la circulación de la información, provocando, a la larga, el aislamiento creciente de cada uno de esos subgrupos, cuando no directamente la competitividad (en ocasiones mal entendida) sobre todo, como es habitual, en presencia de recursos escasos.

    Cada día es mayor la distancia existente entre sistemáticos, ecólogos, entomólogos aplicados, genéticos, etc., aunque todos ellos trabajen sobre los mismos grupos e incluso especies.

    Puede decirse, en cierto sentido, que la Entomología ya no existe como disciplina salvo como una vaga y cómoda referencia al tipo de organismos que es utilizado como base de investigación por amplios y diversos colectivos, pero que carece de estructuras, organización y objetivos integradores.

    Este proceso de fragmentación (la especialización) es ‘natural’ y está ocurriendo en todas las disciplinas, pero la cuestión es si no estamos perdiendo ciertas oportunidades, si en realidad, no estamos desperdiciando, como ‘colectivo’, una parte nada desdeñable de las ventajas de la especialización y rápido avance de algunas de esas subdisciplinas. Pero ¿qué es eso del ‘colectivo’? Perdón, ha sido un lapsus. Sí, porque para mí, insisto, no existe.

    Es complicado, además, que desde nuestras posiciones actuales podamos hacer grandes cambios en las tendencias y políticas actuales. Sería pecar de iluso considerar la posibilidad de que organismos como el CSIC, el Ministerio de Medio Ambiente, o la Universidad van a atender nuestros supuestos deseos de cambio y mejora. Las Sociedades y Asociaciones nacionales, por su parte y en esencia, se dedican a publicar un volumen anual y a reunirse cada dos en eventos más o menos floridos. Fuera de estas actividades, es muy poco lo que puede rastrearse relacionado con actividades sociales, por no decir, sencillamente, que nada. Bien mirado, la rutina de las sociedades entomológicas (y en general, zoológicas) es casi menos atractiva que la de los pólipos coralinos en cuestión. El gesto más atrevido que puede descubrirse es probable que no vaya más allá del cambio en el color de la portada de la revista cada 10 o 15 años. Es evidente que las sociedades y demás instituciones no están para hacer ‘circo’ sino para el desarrollo de actividades relacionadas con la investigación de una parcela de la disciplina, pero, aunque eso sea cierto, es también evidente que ese ‘desarrollo’ al que todas se consagran en sus estatutos no puede consistir simplemente en dar ‘salida’ a paquetes uniformes (¡en tantos sentidos!) de información cada cierto tiempo. No hay mucha vida social en el ámbito de la investigación entomológica, no hay ‘pertenencia’, afiliación ni auténtico compromiso y, sinceramente, no creo que exista auténtica vinculación entre las sociedades y los socios. Creo que es una ficción el nombre de ‘Sociedad’ o ‘Asociación’, una simple jugarreta o accidente del lenguaje. Creo más bien que deberíamos llamarnos ‘Agregaciones circunstanciales entomológicas’ o, en su defecto, ‘Comunidades de pólipos’.

 

Cómo NO hacer amigos

    Reconozco que lo hasta aquí escrito es el perfecto manual para no hacer amigos (y tal vez para algo más). Lo lamento, pero me he limitado a hacer uso de mi derecho a la opinión, y aunque reconozco que puedo estar equivocado, creo que en el fondo éstas o similares son opiniones muy extendidas en el ámbito entomológico.

    No obstante, sería un ‘miserable’ si acabara aquí, si sencillamente me limitara a quejarme de lo ‘mal que están las cosas’, firmar y despedirme, entrando así en uno de esos juegos por desgracia tan extendidos: el victimismo (y si puede ser, en medio público). Antes eran los héroes los que ocupaban los medios de comunicación; hoy son las víctimas. Ni lo uno ni lo otro. Así que para no quedar en simple pataleta pública, habrá que continuar adelante con este artículo e intentar aportar algunas hipotéticas soluciones...

 

De las Intenciones para el Tercer Milenio...

    Vamos a estrenar en breve el Tercer milenio, una fiesta apenas local perdida en los eones del Tiempo, pero de gran significación entre los vecinos humanos. Un momento clave, tal vez, porque guarda muchas similitudes con lo que ocurriera con aquellas primeras moneras en lo más profundo del Arcaico. Ha llegado el momento de dar el salto cualitativo, de comenzar a pensar en organizarnos en algo más que simples agregaciones de individuos. Y el momento es clave no sólo por disponer de una fecha significativa en el horizonte (lo cual no viene nada mal desde el punto de vista simbólico), sino también y muy especialmente porque las condiciones del medio han alcanzado el punto adecuado para permitir el cambio. Como dicen los economistas: ‘el escenario ha variado, así que aprovéchate o mañana te barrerán del mercado’.

    Y así, en un ejercicio de pura ficción, de simple intención para el nuevo milenio, aquí van algunas propuestas, objetivos o sinceros deseos.

 

1. Cuerpos Sociales (por llamarlos de algún modo) y publicaciones.

    O las sociedades tienden a convertirse en auténticas organizaciones con planes, objetivos y fines acordes con los nuevos tiempos o poco a poco tenderán a desaparecer. Publicar 100 o 200 páginas al semestre o al año de trabajos entomológicos es fundamental, pero ésto debe entenderse como el escalón más bajo, casi ínfimo, de actividad social. Son algo así como las excretas de los organismos coralinos (perdón por el ofensivo ejemplo), que si bien llegan a salpicarse apenas podemos considerar como un modo de relación. El camino natural de estas sociedades, especialmente si además insisten en mantenerse en el medio impreso tradicional, es el de convertirse en simples agrupaciones de personas interesadas en que se publiquen sus trabajos. Algo así como un plus para mantener vivo el necesario currículum que lógicamente sólo pagarán aquellos que lo necesitan como herramienta de promoción profesional. Nada que tenga que ver con ‘vida social’.

    La edición, en todo caso, se va a revolucionar con las nuevas tecnologías, así que las fórmulas clásicas, los formatos, plazos y medios habituales van a tener que cambiar en muchos sentidos. No es este el lugar para profundizar en la cuestión y por ello habrá de quedar para oportunidad más propicia.

 

2.- Bajar a la calle.

    Los Cuerpos Sociales van a tener que aprender a competir en la calle. Eso quiere decir que van a tener que bajarse de los pedestales y comenzar a vender su producto. Si un científico no sabe ofrecer sus servicios probablemente pasará hambre (salvo que sea un auténtico genio, pero esos son demasiado pocos). Del mismo modo, los cuerpos sociales tienen que abrirse a la sociedad y ser capaces de hacer una presentación atractiva de sus servicios. Elementos como la ‘divulgación’ (poco menos que anatema para un gran número de sociedades y ‘gurús de pandereta’ tocados por la insensatez que da el endiosamiento, como si en algún momento todos ellos no hubieran sido unos perfectos ignorantes), la comunicación y la ‘gestión comercial’ de los proyectos van a tomar un papel destacado en los próximos años. Lo demás serán gettos, reductos que se irán agostando hasta que el día menos pensado pasen a engrosar la sección de esquelas entomológicas de sociedades que murieron (eso sí, matando previamente de aburrimiento).

 

3.- Un proyecto común.

    Un viejo proyecto se resiste a morir: el de la Federación de Sociedades entomológicas, nacional o ibérica. Este proyecto terminará saliendo adelante a pesar del escaso entusiasmo que ha recibido en el pasado por el ‘establishment’ entomológico.

La Entomología española necesita una voz y hoy por hoy, ninguna de las sociedades y grupos existentes tiene suficiente entidad o representación como para irrogarse ese papel. Por contra, existen suficientes problemas en el panorama inmediato como para que comencemos a darnos prisa en organizarnos a este respecto. Se trata, en mi opinión, de buscar un cauce común que manteniendo la total independencia y soberanía de cada una de las instituciones componentes permita presentar un frente común, unido, razonablemente poderoso, en la reivindicación y solución de las cuestiones que nos afectan como colectivo.

    ¿Qué cuestiones pueden ser esas? ¿Existen? Por desgracia, son muchas más de las deseables (¡tan mal están las cosas!), pero sólo a título de ejemplo, citaré algunas en los epígrafes siguientes.

 

4.-El problema de la Información.

    El volumen de información relacionado con la entomología en cualquiera de sus facetas es básicamente inmanejable. Parece razonable fijar una serie de Bases de Datos que permitan acceder a informaciones generales aprovechando las modernas herramientas de almacenamiento de información. Sólo a título de ejemplo, pueden citarse diversas Bases que sin duda serían de enorme utilidad para mejorar la eficacia en múltiples campos:

1) Base de datos de los entomólogos españoles en activo;
2) Base de datos de colecciones entomológicas nacionales;
3) Base de datos del material típico depositado en colecciones nacionales;
4) Base de datos de Sociedades, Asociaciones y Grupos de Trabajo;
5) Base de datos de Proyectos entomológicos;
6) Base de datos de publicaciones entomológicas;
7) Base de datos de especies entomológicas en peligro, etc.

 

5.-El Gran reto pendiente.

    Pero por encima de todas ellas (y de algunas más que podrían plantearse), hay otro proyecto básico que resulta imprescindible y urgente: la coordinación del inventario de la entomodiversidad ibérica, su gestión, mantenimiento y acceso. La entomología española tiene que superar casi un siglo de retraso en la elaboración de su inventario y esa brecha no puede ser superada sin el decidido apoyo de un número significativo de investigadores comprometidos con la labor. Esta es sin duda una de las grandes labores pendientes y probablemente una herramienta fundamental con vistas a futuros estudios de todo tipo. Debemos plantearnos seriamente cómo llevarla a cabo y creo que para ello se exige establecer un órgano de coordinación que bien podría ser esa Federación de Asociaciones.

    El primer papel de ésta sería, por cierto, exigir al gobierno español el cumplimiento decidido de los compromisos que adoptó al firmar el Convenio de Río respecto a la financiación del Inventario de la Biodiversidad Nacional (en esencia, o en su mayor parte, entomológica).

 

6.- El sindicato entomológico.

    La defensa de los intereses de los investigadores, en especial en cuanto puedan verse afectados por disposiciones legales que, en gran medida, limitan o restringen las labores de prospección, dejando en manos de personal administrativo sin preparación técnica o científica las decisiones en esta materia, debe disponer de una voz propia, unánime, poderosa. Es bochornoso que funcionarios públicos sin preparación terminen decidiendo qué investigaciones (zonas, organismos, medios) pueden realizarse y cuales no.

    La Federación podría actuar bien como órgano consultor del Estado y Comunidades Autónomas, bien como garante de la labor realizada por los investigadores (gracias a las bases de datos anteriores) o como avalista en nuevos proyectos de prospección o de otro tipo que cumplan determinados requisitos (desde el punto de vista científico). Del mismo modo, debería actuar en la tramitación de demandas (en las diferentes formas previstas en la Ley de Procedimiento Administrativo o en vía judicial a través de demandas contencioso-administrativas) contra aquellos funcionarios y organismos públicos que rechacen, impidan o pongan obstáculos a las investigaciones que resulten necesarias.

 

7.-La Protección ‘entomológica’.

    La realización de labores de estudio y consejo en materia de protección de espacios y especies es otra de las grandes lagunas de la entomología española.

    Resulta alarmante el estado en que se encuentran los trabajos de seguimiento y estado de especies entomológicas. Partiendo ya de una definición extraña a los estatus de las especies presentes en nuestro país, apenas nada se está haciendo en esta materia. No sólo las manidas especies contenidas en las diversas listas (elaboradas en Centroeuropa mayormente) se acaban en simples menciones intranscendentes, sino que además cualquiera de las probablemente miles de especies en situación de peligro real pasan totalmente desapercibidas en nuestros estudios. Como mucho, es probable que se trabaje en el cartografiado de alguna especie muy bien caracterizada con vistas a disponer de alguna subvención oficial y a que los departamentos medioambientales correspondientes puedan rellenar sus currículum protectores (en un ejercicio de burda hipocresía social y estafa económica). Parece razonable, en tiempos tan dramáticos para lo ‘ecológico’ como los que nos ha tocado vivir que comencemos a dejarnos de simples poses y mercadeo de fondos y comencemos a estudiar en serio algunas de nuestras especies y espacios verdaderamente en situación de peligro. Los fondos que circulan para este destino deben de dedicarse a estos fines y, sobre todo, deben comenzar a dar frutos, esto es, datos, seguimientos, propuestas, estudios y acciones que deben defenderse hasta sus últimas consecuencias, incluso en el terreno de la acción.

    Para ello, es evidente que sólo una organización de carácter nacional, solvente y objetiva, ajena a intereses particulares o profesionales, puede actuar como coordinadora o gestora, de fondos, pero también de iniciativas, proyectos o programas. Son varias las organizaciones internacionales que destinan parte de sus presupuestos a estas tareas; es evidente que estamos desaprovechando una buena oportunidad (y, al tiempo, actuando de forma irresponsable).

    La federación, además, podría ser la punta de lanza de un auténtico movimiento de reivindicación de los artrópodos en los programas de protección y conservación de la vida silvestre, algo que hasta ahora, ni ha conseguido ni realmente ha intentado la entomología española. Quien sabe si con el tiempo, somos capaces de conseguir que sean introducidos como algo más que simples elementos decorativos.

 

8.- Hacer para el futuro.

    La Entomología debe hacer un gran esfuerzo en materia de formación. No me refiero al ámbito académico, sino a la sociedad en general, entidad de la que se nutre en muchos sentidos (incluido, a la larga, el económico). La Federación debería ser capaz de desarrollar labores en varios ámbitos que resultan fundamentales, entre los que pueden citarse: 1) Labores de divulgación y asesoramiento en materia educativa. 2) Labores de asesoramiento y consulta en actividades de carácter cultural público. 3) Promoción de cursos, seminarios, congresos, etc. entomológicos. 4) Consulta y asesoramiento privado.

 

9.-El ámbito académico.

    Creo que no me equivoco si afirmo que la Entomología no guarda una relación adecuada en cuando a su peso específico dentro del ámbito académico respecto a su importancia real. Ya sea desde la perspectiva estrictamente científica o de investigación, o ya desde otras (por ejemplo, la entomología aplicada), es frecuente encontrar niveles de conocimiento francamente bajos en el alumnado. Creo que es mucho lo que queda por hacer en este territorio y creo además que requerirá grandes dosis de paciencia y esfuerzo cambiar las cosas (además de la fama internacional que hemos ganado en los últimos tiempos). No obstante, la realidad se impone, y la entomología no puede ser por más tiempo la cenicienta de los estudios de biología.

 

10.-Multiplica (y vencerás).

    Otro objetivo a potenciar es la mejora en las comunicaciones entre las diferentes ‘facciones’ de la disciplina e incluso entre diferentes disciplinas. Es necesario establecer cauces de comunicación real y circulación de la información que permitan o potencien la colaboración entre especialistas en diferentes ámbitos y la utilización de avances en cada una de las parcelas. Puede ser conveniente establecer mecanismos de comunicación y un programa común.

 

11.-Cervantes, of course.

    Y puestos a pedir (o sugerir), no vendría nada mal intentar potenciar la puesta en marcha de una editorial especializada en libros sobre biología (sensu lato) en nuestro idioma. Es un tanto indignante no disponer de las más elementales obras sobre ecología, biología, sistemática, filogenia, biogeografía, etc, etc., en castellano o tener que arreglárselas con libros editados en América. Está bien dar por supuesto que debe manejarse el idioma inglés si se pretende tener un futuro en este campo, pero es bochornoso para un país como el nuestro que no pueda acceder en su propio idioma a prácticamente ninguna de las obras importantes de la biología clásica y/o moderna. Visítense las bibliotecas de departamento de cualquier universidad española y ruboricémonos. Las autoridades en materia de investigación pueden seguir si les place con el jueguecito de potenciar, directa o indirectamente, el uso del inglés en la redacción de trabajos científicos para que parezcamos más internacionales, pero no pequemos de ‘papismo’, que en definitiva no es sino una forma escandalosa del ridículo.

 

12.-Entomología on-line.

    He dejado este apartado para el final, pero resulta especialmente evidente que la comunicación entomológica ya está cambiando como consecuencia de la existencia de la Red. Ninguna institución u organización que se precie va a poder funcionar al margen de ésta o limitándose a colocar una página-web-anuncio cada seis meses. La Red es una fuente inagotable de información por encima de barreras y una potentísima herramienta de comunicación cuyas posibilidades apenas comenzamos a explorar. Listas de debate e intercambio de información, consultas a páginas y bases de datos directas o a través de buscadores, congresos virtuales, publicaciones on-line... son sólo las primeras utilidades que ya se están aplicando y que permiten crear una auténtica Comunidad Virtual Entomológica (la cual, por cierto, ya es una realidad).

    Pero la Red tiene, además de las obvias, dos ventajas nada desdeñables en mi opinión. La primera es que aumenta la ‘transparencia’ del sistema. Se ‘la puede engañar’ por supuesto, pero cuanta más información hay circulando más fácil resulta saber quien es quien. Sin grandes dificultades, hoy puedo saber el currículum de un entomólogo cualquiera o de una institución o departamento y además compararlo con la de cualquier otra persona o colectivo nacional o extranjero. Los títulos, cargos y honores me temo que van a servir cada día de menos, porque cuanto más accesible es la información mejor podemos valorar el trabajo de todo el mundo y, por tanto, los incapaces tienen cada día menos posibilidades de mantener sus estatus. Al mismo tiempo, hoy un ciudadano cualquiera que tenga acceso a la Red puede aportar sus trabajos y ponerlos encima de la mesa de las más altas instancias en materia de investigación (nacional y/o extranjeras, insisto), lo que implica que los capaces, cualquiera que sea su situación, ‘clase’ o ‘condición’ van a poder competir con cualquiera por muchas barreras protectoras artificiales que se hayan levantado en el pasado. La competición no será justa, por supuesto, pero van a desaparecer muchas de las ventajas artificiales asociadas a la endogamia, la burocracia y el oscurantismo.

    La otra ventaja de la Red pueda parecer a priori un inconveniente, pero nada de eso: se trata de que la ‘presencia’ en la Red requiere un trabajo constante, permanente. No es suficiente con llegar y colgar algunos recortes cual si de un tablón de anuncios se tratara (aunque es la política que de momento parecen seguir muchos colectivos). Al contrario, la propia definición del sistema y, en definitiva, su interactividad, exige una continua atención y una puesta al día prácticamente permanente. Este esfuerzo se transformará en la apertura de un diálogo continuo entre emisor y destinatarios, lo que sin duda ayudará a consolidar algunas de las propuestas que hemos formulado al principio de este documento entre las que hay que destacar la necesidad de mejorar el diálogo entre sociedades y socios, potenciación de la participación de la base social en actividades, puesta en marcha y coordinación de proyectos, promoción de actividades divulgativas, mejora en las comunicaciones entre colectivos, accesos a fuentes de información, etc, etc.

 

Demasiadas alforjas seguramente...

    En el mejor de los casos, probablemente la mayoría de las propuestas anteriores sólo sirvan para que determinados personajes puedan hacer chistes y comentarios despectivos a propósito de las utopías milenaristas de un entomólogo de ‘provincias’ (y para colmo, un aficionado). Bueno, sé que va a ser difícil quitarle el corsé a la doncella porque éste es una auténtica armadura que el tiempo ha fusionado con las partes orgánicas formando una especie de robocop herrumbroso y chirriante. Aunque hace falta mucho más que una simple Federación de Asociaciones para que las cosas comiencen a funcionar, creo que éste es un paso clave para orientar esfuerzos y canalizar actividades. La mayor parte de los problemas y propuestas planteados pasan por la creación y consolidación de esa estructura organizativa que actúe de bandera y guía. Es probable que cualquiera (o todas) las sociedades existentes sean reacias a renunciar a su soberanía y, en definitiva, a ceder una parte de su poder o protagonismo; es, sin embargo, hora de ser honestos y de intentar dejar de lado intereses partidistas, profesionales o particulares para consolidar un auténtico Reino que sustituya (aunque mantenga autónomos) a débiles provincias sin apenas potencial ni un futuro claro. Es hora también de que los entomólogos a título personal dediquemos un pequeñísimo porcentaje de nuestro esfuerzo a algo diferente que nuestra promoción profesional o entretenimiento y de que podamos sentirnos parte de un proyecto común, algo que sea digno del nuevo milenio.

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