(Un
inmenso trabajo por hacer...)
La Entomología
es la parte de la Biología que se ocupa de los artrópodos.
Como disciplina tiene ante sí una enorme extensión de territorio
científico por desarrollar que incluye el descubrimiento,
descripción y clasificación de las especies, así como la
obtención y organización de la información relativa a su
distribución espacial, biología y ecología, entre otros
aspectos.
La tarea de los entomólogos
es apasionante, pero de proporciones inhumanas. La biodiversidad,
entendida como el conjunto de organismos vivientes, es en
esencia artropodiana y, por tanto, el problema de acceder
con una cierta eficacia al inventario de esa riqueza biológica
es labor fundamentalmente de los entomólogos.
En la actualidad se
conocen alrededor de 1.750.000 organismos (CUADRO
1 ), en su mayoría animales pluricelulares, de los que
1.085.000 son especies artrópodas. De virus a sequoia, de
liquen a ballena, tres de cada cinco organismos identificados
hasta la fecha son una araña, un cangrejo o un insecto.
En concreto, sólo los insectos, representan más de la mitad
de todas las formas vivientes conocidas. Las cifras hablan
por sí solas: se conocen 150.000 especies de abejas, avispas
y hormigas (Hymenoptera), y otras tantas de moscas
y mosquitos (Diptera), 130.000 mariposas (Lepidoptera),
32.000 chinches (Hemiptera) o más de 5.000 cucarachas
(Dictyoptera), 20.000 saltamontes (Orthoptera)
o, batiendo todos los récords, más de 320.000 escarabajos
(Coleoptera).
CUADRO 1.-Distribución de la biodiversidad
conocida por grupos taxonómicos
Reino
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Grupo
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Subtotales
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Totales
|
Bacterias
|
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|
8.000
|
Protozoos
|
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80.000
|
Plantas superiores
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270.000
|
Fungi (Hongos)
|
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72.000
|
Animales
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1.320.000
|
Porifera, Cnidaria y grupos menores
|
63.000
|
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Anélidos y otros
|
57.000
|
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Moluscos
|
70.000
|
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Artrópodos
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1.085.000
|
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-- Arácnidos
|
65.000
|
|
-- Crustáceos
|
35.000
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-- Miriápodos
|
10.000
|
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-- Insectos
|
975.000
|
|
Vertebrados
|
45.000
|
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TOTALES
|
|
|
1.750.000
|
Estas magnitudes, por
impresionantes que puedan parecer, no deben esconder tres
graves problemas que afectan directamente a la labor de
la Entomología:
1) En muchos de los casos, lo único conocido
de las especies es una breve descripción morfológica, un
nombre científico y una localidad de origen. Apenas existen
tiempo y recursos para profundizar ligeramente en la biología
o ecología de los organismos.
2) El interés social que despiertan los
artrópodos es muy bajo, lo que afecta a las posibilidades
del trabajo entomológico (asignación de recursos para investigación,
valoración profesional, etc.). La medida de este interés
es difícil de precisar, pero es suficiente con comparar
aspectos como la atención recibida en medios de comunicación,
normas de protección, etc., con respecto a la recibida por
otros grupos proporcionalmente pobres en efectivos (sólo
a título de ejemplo: existen más especies de cucarachas
que de mamíferos o anfibios, o más pulgones que vertebrados).
3) Pero existe un tercer problema objetivo mucho más complicado
de resolver: el del tamaño real de la biodiversidad. La
cifra de organismos descritos hasta la fecha constituye
exclusivamente el mínimo número de los vivientes. Las revistas
científicas publican continuamente artículos en los que
son descritos nuevos organismos. Durante la década de los
ochenta se describieron 12.000 nuevos animales por año (a
los que deben añadirse plantas, hongos, bacterias y virus,
entre otros). Unas 9.000 especies resultaron ser artrópodos.
Numerosos científicos han realizado estimaciones sobre la
biodiversidad planetaria a partir de extrapolaciones de
datos obtenidos en muestras de fondos marinos o selvas tropicales.
Las más optimistas manejan cifras que rondan los 100 millones
de especies, de las que 97 serían artrópodos, mientras que
los más pesimistas sitúan el listón en unos 4 millones de
organismos, por lo que puede decirse que existe un cierto
consenso entre los especialistas alrededor de los 15 millones.
Si esta cifra, razonablemente prudente, es correcta, apenas
conocemos algo más del 10 por ciento de la riqueza biológica
planetaria y, por tanto, las magnitudes que hemos asignado
a coleópteros o a dípteros deben ser multiplicadas por 10.
En resumen: quedan por descubrir unos 8 millones de insectos
y un millón de otros artrópodos. El
GRAFICO recoge el estado de nuestros conocimientos y
el trabajo por realizar en los principales grupos biológicos.
Una cuestión inmediata
que surge a la vista de estos datos es la de si disponemos
de tiempo suficiente para realizar el trabajo de identificación
de la biodiversidad. La respuesta parece ser negativa. Al
ritmo actual de catalogación (9.000 especies/año) es necesario
todo un milenio para describir 9 millones de artrópodos.
Aunque largo, el plazo tiene marcado un final. Sin embargo
existe un problema de otro tipo: la biodiversidad planetaria
dificílmente puede mantener su tamaño actual durante ese
período de tiempo. Se calcula que anualmente desaparecen
unos 17.000 organismos y que esta cifra tiende a incrementarse.
Nuestro planeta no parece 'pensado' para soportar una población
del tamaño y hábitos de la humana, imponiendo un precio
(o multa) en forma de tasa creciente de extinción de especies,
es decir, de reducción progresiva de la diversidad biológica.
Los esfuerzos conservacionistas, aunque elogiables, no dejan
de ser simples posicionamiento ideológico poco eficaces
a la larga. Para ello es suficiente considerar dos paradojas
que plantea el problema de la preservación de la biodiversidad
a cualquier nivel geográfico:
1) Conservar la diversidad implica básicamente
conservar a los artrópodos, pues éstos son el elemento cuantitativo
y cualitativo más significativo de la magnitud. Sin embargo,
ni los programas, ni las disposiciones de carácter proteccionista
toman en consideración el papel fundamental de los artrópodos
en el funcionamiento de los ecosistemas naturales o el estatus
de especies concretas de invertebrados fuera de algunos
tópicos.
2) La segunda paradoja tiene un calado
teórico mucho más profundo que puede formularse del siguiente
modo: ¿cómo conservar lo desconocido? ¿cómo conocer, al
mismo tiempo, aquello que no puede conservarse el tiempo
suficiente para ser conocido? La única respuesta coherente
a estas preguntas es que sin dejar de mantener una política
conservacionista (que preste mayor atención a otros grupos
zoológicos diferentes de los vertebrados), es preciso incrementar
notablemente el esfuerzo investigador en materia entomológica.
Pero ésto no depende sólo de los entomólogos. Sin el apoyo
decidido de la Administración y, en concreto, de las Instituciones
Autonómicas, es virtualmente imposible llevar adelante programas
de este tipo. Y sin información no pueden adoptarse medidas
eficaces. Un ejemplo: toda la literatura científica recoge
doce especies de arañas para la provincia de Teruel. El
número real puede oscilar entre las 500 y las 1.000 especies,
lo que representa una cifra mayor que todos los vertebrados
presentes en el territorio. En estas condiciones, resulta
difícil creer que las arañas (es sólo un ejemplo, pero real)
han sido o pueden ser consideradas en el diseño de normas
de protección faunística que afecten a la provincia.
Hay, pues, mucho por
hacer y hay que hacerlo rápido, incluso en regiones supuestamente
bien conocidas como la Península Ibérica, a la que Linneo
llamó la India de Europa.