Tercer MilenioARACNET, 6 - Bol. S.E.A., nº 27 (2000) : 177-180
Pronósticos sobre la Entomología Ibérica del Tercer Milenio Antonio MELIC
La coincidencia entre la celebración del IX Congreso Ibérico de Entomología y el cambio de Milenio obliga a plantear este evento en una doble perspectiva de diagnóstico o balance y de pronóstico o presupuesto. Aquí y ahora, como de costumbre, confluyen lo histórico y lo futuro y éste es un buen momento para detenernos y otear el horizonte. El Balance o diagnóstico nos muestra en toda su crudeza los activos acumulados así como el lastre de los pasivos y especialmente de las carencias, mientras que el presupuesto o pronóstico expresa lo que nos depara el futuro en función de nuestra situación de partida, herramientas y medios disponibles para un escenario previsto. Un profesional del marketing añadirá a todo ello (seguramente en tono pomposo) la necesidad de definir previamente un conjunto de objetivos estratégicos en base a los cuales determinar qué variables, de las infinitas existentes, debemos considerar en el análisis, pues resulta imposible considerarlas todas y además no todas tienen la misma significación. Por suerte, la Entomología Ibérica no es una compañía mercantil que deba tener muy en cuenta los criterios del marketing y ello nos permite pasar de puntillas -al menos de momento- sobre el que puede ser uno de los déficit más serios de nuestra disciplina: la ausencia de objetivos claros, bien definidos y a largo plazo. Por supuesto podemos conformarnos con asegurar que el objetivo de la Entomología, como ciencia, es acumular el mayor volumen posible de información sobre los artrópodos, pero esto es como decir que el objetivo estratégico de toda compañía es ‘ganar dinero’. No es falso, desde luego, pero resulta una generalización tan banal que impide distinguir a una multinacional de una charcutería de barrio. Tal vez deberíamos comenzar por preguntarnos seriamente si existe la Entomología y especialmente si existe la Entomología Ibérica como algo más que apenas unas coincidencias superficiales. Un análisis precipitado podría llevarnos a incurrir en graves errores de apreciación. Por supuesto, no me estoy refiriendo a si existe o no una disciplina científica -en abstracto- llamada Entomología, ni al hecho de si existen o no personas que se dedican -por profesión, dinero, afición o una mezcla aleatoria de todos estos componentes- a aportar nueva información al corpus de la disciplina. Mi pregunta -retórica seguramente- está referida a otro aspecto tradicionalmente menos considerado: el del componente humano, el de los sujetos de la ciencia. En resumen: ¿Existimos como colectivo? ¿Formamos algún tipo de organización, unidad de acción, grupo, equipo, banda, tribu, clan, gremio, pandilla...? ¿Existe algún elemento que nos dé cohesión, consistencia, unidad, razón de ser? En definitiva: ¿tenemos algún objetivo común? ¿O somos más bien compañeros accidentales de celda que sólo comparten un pasado turbulento, un espacio reducido y una larga condena? Los objetivos son importantes porque, en realidad, definen a los sujetos y a su destino. Sin señales de identidad y sin rumbo es difícil precisar cual pueda ser nuestro futuro colectivo, precisar lo que habrá de ocurrirle a la entomología ibérica en las próximas décadas. Pero tampoco lo pretendemos, pues resultaría un ejercicio bastante trivial y más propio de la sobremesa distentida y un poco achispada de una cena congresual que de este artículo. Si hemos de ser serios, y lo vamos a intentar, habremos de centrarnos exclusivamente en aquella información que podemos proyectar hacia el futuro basándonos en hipótesis que resulten coherentes con los datos conocidos y tendencias observadas. Se trata en definitiva de intentar definir los parámetros del escenario en cuyo marco habrá de desarrollarse la entomología ibérica durante los próximos años. Son tres las proyecciones que, si bien han podido estar presentes en el pasado, nunca como ahora se han manifestado con tanto vigor:
Resulta evidente que las dos primeras corrientes señaladas representan buenas expectativas para la Entomología en cuanto aumentan sus posibilidades y abaratan los costes de investigación. La tercera, a pesar de su sombría apariencia, representa igualmente, en mi opinión, una tendencia igualmente positiva desde el punto de vista de la disciplina. Suena a cinismo, pero ya se verán mis razones. Las dos primeras tendencias -tecnología y metodología- son respectivamente una consecuencia de la mejora general de la Técnica y del avance de la Ciencia. Las novedades tecnológicas y metodológicas se producen con tal rapidez que dificilmente permiten mantenerse al día. Desde el punto de vista tecnológico, la capacidad de manejo de información y de análisis gracias a los ordenadores y programas se ha multiplicado hasta límites insospechados, al tiempo que el acceso a estas herramientas se ha extendido a todo el planeta y terminará en breve por globalizarse. La multiplicación de software barato que permite análisis estadísticos y matemáticos complejos y la comparación y selección de miles de hipótesis en minutos elimina la parte más farragosa (y a veces dificultosa, aunque nunca la más importante) del trabajo sistemático. Al mismo tiempo, la transmisión de información y la capacidad de comunicación de una esquina a otra del planeta elimina prácticamente tiempos de espera o muertos. No vamos a descubrir Internet, las bases de datos o los programas estadísticos o cladísticos, por ejemplo. Parece ésta una tendencia bien arraigada que dificilmente vaya a decaer. Al contrario, para el que sepa y pueda estar ‘al día’, se le abre una puerta a la mejora del rendimiento en términos de coste (o esfuerzo decreciente). Ambas tendencias (y especialmente la segunda) representan también un cambio significativo en el panorama científico de nuestras disciplina. Frecuentemente los avances de la Ciencia son una simple consecuencia de la Técnica. Nuevos aparatos e instrumentos llevan a nuevos descubrimientos y abren territorios antes sólo intuidos. La Astronomía, empeñada en la elaboración de un Mapa Digital del Universo -tarea a priori tan inútil como la catalogación de la biodiversidad planetaria pero que es capaz de atraer fondos y un razonable interés de los medios-, es una consecuencia accidental del desarrollo de métodos de visionado, captación y almacenamiento de información estelar. El propio análisis molecular y sus técnicas -otro de esos grandes y aparentemente inútiles, en su mayor parte, mapas en construcción- es otro ejemplo. Las obras científicas son la variable dependiente del estado de la técnica y de las herramientas disponibles. En palabras de Fremon Dyson no todas las revoluciones científicas son impulsadas por instrumentos, como el descubrimiento de la doble hélice en biología o la del Big Bang en Astronomía, pero sí las más recientes. Hay ejemplos de revoluciones conceptuales próximas en el tiempo, como por ejemplo la tectónica de placas, pero son las menos. En contra de lo que suele pensarse los proyectos más pujantes de la ciencia moderna tienen que ver con Mapas, es decir, con el acopio y tratamiento de millones, billones o trillones de datos aparentemente inútiles cuando son considerados de forma aislada. El Mapa del genoma humano, contiene en torno a un 90 por ciento de ‘ADN basura’, es decir, de ADN sin funciones conocidas. El Mapa Espacial Digital Sloan es un proyecto con el que se pretende elaborar un mapa electrónico preciso de la mitad norte del firmamento (y posteriormente de la mitad sur). La información a acumular es muy superior a la resultante del genoma humano y se calcula que aproximadamente igual a la que resultaría de secuenciar todo el genoma de la Biosfera. Ambos mapas representan la búsqueda ‘exterior’ y la ‘interior’, algo parecido a manejar un Mapamundi o globo terráqueo y un callejero de una ciudad cualquiera. Ambos son fuentes de información preciosa pero ojalá no debamos hacer un viaje por carretera porque ninguno de ellos nos serviría para movernos entre dos ciudades. Nos perderíamos. Falta pues un cierto nivel de la escala: es el Mapa de la Biodiversidad o de la Vida sobre la Tierra, un mapa que en definitiva tiene los mismos requisitos y características que los anteriores, pero diferentes circunstancias. Así, se trata de un proyecto que requiere la captación y acopio de volúmenes ingentes de información que luego ha de ser organizada. El coste medio de obtención de su información es moderado en relación a los otros proyectos. Pero si éstos son motivos de coincidencia, existen otros de disparidad. Por ejemplo, el Mapa de la Biodiversidad no parece que pueda ser elaborado aplicando instrumentos o técnicas de organización y procesamiento de datos a escala industrial como los dos anteriores. Y lo que es peor, el Mapa de la Biodiversidad no ha conseguido captar la atención de la sociedad con la misma intensidad que los anteriores. Al menos de momento. Por primera vez, sin embargo, la Entomología parece moverse en la dirección de intentar perfeccionar sus herramientas metodológicas y conceptuales tras un periodo demasiado largo de escasa innovación. Hay que profundizar en la búsqueda de mecanismos de acopio y tratamiento de información. Tal vez importándolos de otras disciplinadas, pero todo vale. El caso es que la Sistemática y la Taxonomía entomológica no parecen haber dispuesto de las herramientas mínimas hasta hace muy poco tiempo y aunque estamos lejos de disponer de un parque tecnológico adecuado parece que nos movemos en esa dirección. Por desgracia la elaboración del propio mapa ha caído en un cierto descrédito a pesar de que en él convergen exactamente los mismos motivos de interés científico. Los tres mapas -en su versión de base de datos- sirven para buscar y localizar ‘objetos, tipos de genes y taxones raros’ a través de algoritmos de búsqueda electrónica. Los tres mapas permiten estudiar regiones del firmamento, genes o grupos biológicos particulares y de sus ‘entornos’ respectivos. Los tres mapas proporcionarán información estadística sobre la distribución y comportamiento o funcionamiento de toda clase de elementos estelares, genéticos o biológicos. Pero por encima de todo, cada proyecto proporcionará una Base de Datos que se podrá utilizar de maneras impredecibles para organizar nuestros conocimientos sobre el universo, la vida o nosotros mismos. En cada proyecto cambia, si acaso, el interés práctico, la expectativa de aplicación social o económica. Curiosamente, el Mapa de la Biodiversidad, estaría en una cómoda posición intermedia para justificar, desde este punto de vista, su interés pragmático. El mapa del genoma humano ha sabido venderse como un proyecto de enorme interés social muy por delante de los otros dos. Sin embargo, el de la Biodiversidad debería ser capaz de ‘transmitirse’ como una pieza clave en términos prácticos para la supervivencia de la especie humana. Sin caer en el cinismo, el mapa del genoma humano está vendiendo salud y, por tanto, incremento demográfico a largo plazo, es decir, nuevos motivos para acelerar el trabajo de cartografiado de la biodiversidad como fuente de recursos. Mi punto de vista, necesariamente limitado por diversas circunstancias, quiere centrarse ahora en la tercera de las tendencias señaladas. El cambio de escenario social. La Crisis de la Biodiversidad es una oportunidad irrepetible para la decadencia científica en la que habían entrado las perspectivas más descriptivas de la entomología: sistemática, taxonomía, faunística... No me alegro, evidentemente, del hecho de que la biota planetaria haya entrado en una espiral de muerte y extinción, pero, si ese es el escenario, hay que aceptarlo. La Sociedad civil parece haber alcanzado un elevado punto de sensibilidad en torno al problema de los recursos naturales. En mi opinión, todavía es algo mucho más cercano a la estética que a la verdadera ética o la razón. En resumen, simple moda potenciada por los medios de comunicación que ha conseguido penetrar el subconsciente social. Es difícil no ser ecologista-conservacionista porque lo moderno, lo liberal, lo normal es ser verde. Sería fácil demostrar que, en términos generales, la mayor parte de esta nueva conciencia social es un simple tic adquirido sin base sólida. Bastará con fijar un precio directo para que una parte significativa de esa pose se desmorone. Hay quien ha argumentado -y creo que acierta plenamente- que el ecologismo es un sustituto de la falta de ideología y valores morales de la sociedad, ahora que ideales políticos y religiosos han perdido el protagonismo en este siglo. Probablemente tiene razón. Pero a pesar de este planteamiento, es indudable que el conservacionismo (sensu lato) es una tendencia creciente. Ello implica que no sólo van a mantenerse los argumentos sino que además van a aumentar. La conservación ha entrado en el juego de la política y por tanto será utilizada cada día más como argumento de captación de votantes. Por supuesto hay diferencias notables entre lo que se promete en programa y campaña frente a lo que se aprueba en rango normativo y aplica en ejecución administrativa. Pero cuando las promesas se acumulan es inevitable que cada día existan más personas dispuestas a exigir que se cumplan -vía judicial si es preciso- y más difícil para los gobernantes pasarlas por alto. El proceso parece irreversible y lo que hoy todavía es objeto de burla gracias a los vericuetos de la buracracia, el obcurantismo administrativo y la lentitud de la justicia tendrá que ser cada día más transparente y cada día mejor regulado. Tal vez cuando se alcance esa situación utópica nos encontremos con que ya no haya qué proteger, pero en tal caso, el asunto carecerá de importancia pues podremos certificar que la extinción de la especie humana ha sido alcanzada con pleno éxito. En este marco es destacable la circunstancia de que la posición de los entomólogos tiende de forma natural a acercarse a la que le corresponde gracias a la situación dramática en que se encuentra la conservación de los recursos naturales. Sí, porque la diversidad biológica y su Mapa es una función artrópoda. Tenga Erwin razón o no en sus magníficas cifras -hasta 96 millones de insectos sobre 100 de especies-, la entomología es la ciencia de la biodiversidad. El resto de disciplinas son prácticamente adornos o detalles curiosos. Es una simple cuestión de aritmética pues la única variable fiable para evaluar el peso relativo de cada taxón en el seno de la Biodiversidad es, hoy por hoy, la riqueza biológica. El resto son, de momento, prácticamente especulaciones. Los entomólogos no hemos sido capaces, sin embargo, de reclamar ni de mantener el lugar que nos corresponde. No termino de entender las razones que nos han llevado a esta situación que nos ha convertido en una suerte de okupas o sin-techo en la ‘casa científica’, y sin apenas papel -o lo que es igual, voz- en materia de conservación. No es necesario acudir al manido ejemplo de las listas de artrópodos protegidos por la legislación nacional e internacional. Es evidente para cualquier que tenga un cierto espíritu crítico que dichas listas son meros complementos o adornos de las auténticas inquietudes proteccionistas y simple moneda de judas para disimular lo que no se sostiene desde el más elemental sentido común. Desde hace varias décadas nos dedicamos a copiar las listas cual si fueran exámenes, como los chicos poco aplicados, añadiendo o quitando, tal vez, algún párrafo o cambiando categorías para que el profesor no descubra el fraude. La política de protección es una espina sangrante que tenemos clavada todos los entomólogos, algo así como nuestra mayor vergüenza pues constituye la expresión más cruel de nuestra incapacidad como colectivo. Cierto que no se trata de un problema exclusivamente ibérico, pero cierto también que tal vez aquí las voces alzadas hayan sido especialmente débiles por esta situación injusta e ilógica. A veces no se distingue bien la diferencia entre vencido y humillado, pero distan mucho de ser equiparables. Lo cierto es que la Entomología Ibérica no parece que pueda dar mejores soluciones por sí misma. Falta información. Ni siquiera somos capaces de confeccionar inventarios razonables (salvo poquísimas excepciones) y su elaboración frecuentemene se ve coartada o sesgada por la ausencia de recursos (es decir, de interés social) e incluso por un incomprensible descrédito académico. Las mismas personas e instituciones que lanzan todo tipo de parabienes y profecias posibilistas en torno a los otros Mapas se convierten en obstáculos irracionales al avance de la Entomología básica. Tal vez Kafka acertó plenamente cuando eligió un gordo y feo escarabajo para su célebre cuento. Si el argumento es que falta una sólida base científica y conceptual por aquello de que la Entomología taxonómico-faunística es una disciplina básica de carácter descriptivo, es preciso plantearse si no estaremos en presencia de simples prejuicios, ideas preconcebidas o intereses personales, es decir, de auténtico comportamiento anti-científico. Mediten los responsables sobre la cuestión y valoren con arreglo a criterios homogéneos, si es que saben. Sin embargo, en una situación de incremento de interés social por los recursos naturales y las biotas, tarde o temprano habrán de redescubrirse los artrópodos. Siquiera porque los vertebrados hayan terminado por extinguirse y ya no puedan se objeto de tanta atención. Bromas aparte, la cultura general es un bien igualmente creciente y por tanto, la sociedad tiene por delante la posibilidad de convertir sus poses actuales en auténtica militancia y exigencia razonada. No ocurrirá en breve. Tal vez tarde en llegar, pero las generaciones actuales ya se están formando en un clima propenso al respeto medioambiental, incluyendo a los artrópodos. En este ambiente la valoración social de la entomología ha de ser necesariamente creciente al menos desde el punto de vista social. ¿Y no es esto tal vez lo que precisamente le ha faltado a nuestra disciplina de siempre? (Además de objetivos y herramientas) Las cartas pintan bien. Todo parece indicar que vamos a mejor, que la expectativa es buena. Por supuesto habrá que vencer algunos prejuicios que lastran el desarrollo de la disciplina, hipotecando una parte de nuestras posibilidades: apego a procedimientos clásicos, temor ante los nuevos métodos, pocos o nulos recursos formativos, ignorancia -e incluso desprecio- ante las nuevas tecnologías.... pero ello es una simple cuestión de tiempo. Incluso el dictador más cruel termina por debilitarse y caer en el olvido. El problema de fondo más grave, en mi opinión, es el de la actitud. Vuelvo al principio, a los objetivos estratégicos. La Entomología Ibérica hace gala de una escasa capacidad de organización y coordinación al nivel de investigadores e instituciones lo que lleva a una fragmentación del esfuerzo, a la nula presencia o representación del colectivo frente a los poderes públicos y lo que es peor, a la ausencia total de un sentimiento o sentido de vinculación, pertenencia y participación. No formamos un grupo, ni un colectivo, ni siquiera una banda y nos separan más cosas de las que nos unen. Por supuesto ello es una consecuencia de múltiples razones de diverso tipo: históricas, sociales, políticas y especialmente económicas... pero también de nuestra escasa capacidad para proponer y emprender proyectos globales y abiertos a la participación que resulten atractivos, de la confusión enfermiza entre los intereses de la Entomología Ibérica como disciplina y la de los entomólogos profesionales (p.e., los dichosos índices de impacto de publicaciones), del escaso valor de los aficionados y parataxónomos para arriesgar y emprender actuaciones, o de su conformismo ignorante, de la escasa capacidad de las Asociaciones Ibéricas para establecer vínculos sólidos entre sus miembros y entre ellas mismas, o para organizar un Lobby de presión u otro tipo de instrumento representativo y con capacidad de maniobra y presencia social. No, las Asociaciones no salimos bien paradas. No entusiasmamos, ni ilusionamos. Simplemente existimos como mal menor para poner en la calle con una cierta periodicidad algunos centenares de páginas y créditos para currículos. Como mucho, se asume un cierto papel de carácter sindical o gremial, pero nada destacable. Creo que las asociaciones tenemos que aprender a ‘salir a la calle’ y ‘bajar de los pedestales’. Las asociaciones debemos cumplir una función que no sólo es científica, sino también formativa y social. La defensa de ideas en mi opinión trasnochadas como las limitaciones o requisitos para el acceso a la condición de miembro o socio (hoy que casi todas las sociedades pierden socios un año sí y otro también), el rigor implacable y la prudencia extrema elevados a la categoría de Verdades Reveladas a las Juntas Directivas, del horror al error por encima del terror al vacío, la nula disposición a la divulgación científica y al contacto con la sociedad y otras formas de entender la ciencia tenderán a atenuarse o a desaparecer. Se incia una nueva época en la que gestión de las asociaciones no puede quedar encomendada a buenos científicos, sino a buenos gestores. La tecnología tiene mucho que decir al respecto pues va a obligar a mantener ritmos y actividades hasta ahora insospechados para las asociaciones. Hay que prepararse para un nuevo modelo de asociacionismo y hay que sospechar que esas nuevas formas potenciarán la afiliación y la participación. Sí porque éste es el principal déficit y fuente de nuestros males. La entomología no ha sido capaz de crear una red de observación como ha hecho la Astronomía o la Ornitología. Curiosamente esa fuerza intelectual y material ‘bruta’, a la que llamamos parataxónomos, aficionados, independientes, o intrusos profesionales, etc. existe y está disponible. Esa fuerza podría haber suplido, al menos en parte, las carencias de herramientas en periodos anteriores pues es mano de obra barata. El esfuerzo formativo -éste es el único requisito- hubiera sido relativamente pequeño, pero se ha desatendido por quien podía brindarlo. La escasa iniciativa y planteamientos infantiles o muy limitados intelectualmente han hecho el resto. Las razones seguramente han tenido mucho más que ver con el temor a la competencia (mal entendida) por unos y con una interpretación aberrante y miserable de la entomología por los otros. La proyección más fiable que puedo hacer es que alguien se encargará en el congreso del 2004 o 2006 de demostrar que estoy totalmente equivocado. Suele ocurrir. Pero nuestro profesional del marketing nos haría notar que el futuro no es ajeno a los propios pronósticos y el error aparente puede ser la consecuencia de haber adoptado medidas para evitar precisamente el acaecimiento del hecho pronosticado. Es hora de decidirnos. Podemos limitarnos a lamentar la situación en que nos encontramos, sin percibir que nuestras quejas sólo ayudan a aumentar el poder del tirano. Podemos optar por ver sólo los errores -la botella medio vacía- inventariando con precisión matemática los defectos de los demás, de aquellos que se atreven a hacer cosas diferentes aunque sólo sea para comprobar que ése no es el camino y explicando a quien quiera oirlo cómo deberían hacerse las cosas o los errores que ellos no habrían cometido (sin comprender que en realidad es difícil equivocarse cuando se está instalado en la Nada). Yo creo que la mayoría de los entomólogos ibéricos y especialmente las nuevas generaciones, están un poco hartos de cómo están las cosas y sobre todo de la manifiesta incapacidad de los que tienen algo de voz o voto, o de poder, para sacarnos de este marasmo de desilusión, apatía e impotencia. La Entomología Ibérica se está muriendo aunque prefiramos confiar ingenuamente en el milagro de última hora (¿no es lo que hace la Sociedad respecto a la propia Biodiversidad?). Hay demasiado miedo, demasiadas ganas de agradar o de no agraviar, demasiado estatus quo consolidado (miserable y banal, pero estatus a la postre). Yo creo que se dan las condiciones perfectas para que se produzca una revolución no científica pero sí social en el ámbito de la Entomología. La nueva generación de entomólogos es la que tiene la palabra y es la que, aprovechando la coyuntura, deberían tomar las armas -en un sentido sólo relativamente figurado- para preguntarnos a todos aquellos que hoy asumimos algún papel en la Entomología Ibérica que qué estamos haciendo con su futuro. Si no somos capaces de dar respuestas convincentes y, además, convertirlas en objetivos concretos (y estratégicos), nuestra obligación es dimitir y pasar a ser simples entomólogos de base, con voz pero sin mando. Si vosotros los jóvenes no sois capaces o no reunís el valor suficiente para formular todos los días está pregunta a bocajarro a vuestros teóricos superiores les estaréis dando la razón. Es indignante que básicamente sólo estemos dispuestos a repetir fórmulas y modelos en nuestra relación. El trabajo del científico consiste, entre otras cosas, en someter a prueba permanente hipótesis, teorías e incluso leyes y sin embargo aceptamos en el ámbito personal criterios, normas y conductas dictadas desde la historia o el poder. Mientras se rechaza -especialmente en taxonomía- el criterio de autoridad nos sometemos a él en nuestro quehacer diario con total naturalidad y sin sonrojo. La imaginación, en el mejor de los casos, sólo es aplicable en el diseño de experimentos o en la formulación de hipótesis, pero resulta inaceptable fuera de este contexto. La pregunta a responder es: ¿las nuevas generaciones están dispuestas a mantener esta situación? ¿Van a renunciar a intentar cambiarla por aquello de los riesgos que implica? Entiendo que la respuesta es personal e intransferible. Cada uno ha de decidir por sí mismo. Si la respuesta es SÍ, es decir, ‘me conformo en pro de que un día pueda alcanzar también un cierto status o posición en este mundillo’, perfecto, pero tendrá que comprenderse que se estará perdiendo el derecho a practicar el deporte más extendido en nuestra disciplina: el lamento. Si se acepta el sometimiento hay que hacerlo al menos con dignidad, asumiendo todas sus consecuencias. Si la respuesta es NO, perfecto también, pero en tal caso no te limites a esperar al Mesías salvador. Ya vino hace 2000 años y no está previsto su regreso inmediato. Ni la SEA ni yo mismo tenemos las respuestas, tan sólo tenemos opiniones, proyectos, ganas de que ocurran cosas, de dinamizar y mover un agua que parece haberse estancado y, en algunas zonas, haber iniciado un cierto proceso de putrefacción. Y tenemos también el convencimiento de que, como en cierta película de ciencia ficción... ‘algo maravilloso está a punto de ocurrir’. Queremos constituir un núcleo o grupo de trabajo que elabore en un tiempo razonable un programa compuesto por una serie de propuestas de actuación a largo y a corto plazo. Un grupo multidisciplinar y democrático, abierto a todas las asociaciones y entomólogos ibéricos (sean o no de la SEA). No se trata de una nueva asociación, sino de una suerte de comisión o gabinete de crisis abierto a todos aquellos que hayan respondido NO a la pregunta formulada anteriormente y a todas aquellas personas e instituciones entomológicas ibéricas dispuestas a trabajar, a aportar ideas e ilusión, a debatir abiertamente y por supuesto a actuar y a asumir responsabilidades. Aquí y ahora, es un objetivo prioritario de la SEA la constitución y puesta en marcha de los mecanismos necesarios para aprovechar las tendencias favorables que han sido comentadas y que constituyen una valiosísima segunda oportunidad para la Entomología Ibérica. Tal vez la última.
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