Especies Ibéricas poco conocidas
ARACNET, 6 - Bol. S.E.A., nº 27 (2000) : 62
Ceratophyus martinezi Lauffer, 1909,
geotrúpido endémico de la península Ibérica (Coleoptera: Scarabaeoidea,
Geotrupidae)
José Ignacio LOPEZ-COLON
Plaza de Madrid 2,
28529 Rivas-Vaciamadrid (Madrid).
Entre
los múltiples escarabeidos ibéricos endémicos, destaca el Ceratophyus
martinezi Lauffer, 1909 por su buen tamaño, escasez y restringida
distribución geográfica, siendo uno de los taxa más vistosos y que más
comprometido tiene su futuro. Es uno de los coprófagos que más exigencias
parece tener con respecto a la calidad medioambiental del biotopo donde reside.
No es fácil encontrarlo en el Sistema Central, donde a principios de siglo
debía ser más abundante, a tenor de las citas y las series que se conservan en
las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Rarísimo en
Galicia, de donde se conoce por contados ejemplares de colección.
Especie protegida en la Comunidad de Madrid, con la
categoría S.A. (Sensible a la alteración de su hábitat), según la Ley
2/91 para la Protección y Regulación de la Fauna y Flora Silvestres en la
Comunidad de Madrid (ver página 186 en Viejo & Sánchez Cumpido, 1995:
Normas legales que protegen a los artrópodos en España. Boln. Asoc. esp.
Ent., 19 (3-4), 175-189).
Su escasez se debe sin duda a dos factores: restringido areal
de distribución y fuertes exigencias ecológicas. En primer lugar, se trata de
un endemismo estricto de la península, con dos poblaciones aisladas; una en el
noroeste y otra en el centro ibérico, con restringida delimitación territorial
en ambas zonas. Por otra parte, es una especie que desaparece de un área
colonizada en cuanto las condiciones ecológicas del entorno se deterioran lo
más mínimo (para entendernos, el C. martinezi sería a los coprófagos
de su área de distribución, un poco como la nutria a los ríos, y valga la
burda comparación).
En
la península Ibérica existen 35 especies de Geotrupidae. Dentro de la
tribu Geotrupini, a la que el "Pelotero de Martínez"
pertenece, bien representada en la fauna ibérica, el género Ceratophyus
Fischer, 1820 (Entomogr. Russ., 2: 148) se caracteriza por comprender
especies grandes, alargadas, subparalelas, poco convexas y aladas, con el
clípeo alargado (formando un ángulo agudo por delante) y un fuerte y corto
cuerno levantado dirigido hacia delante en el macho o una quilla con un
tuberculito o pequeño cuerno, más o menos elevado, en la hembra; las mejillas
son angulosas, muy salientes. El pronoto tiene la base rebordeada, sin cuernos o
tubérculos hacia los ángulos anteriores; los machos tienen un fuerte cuerno
anterior central, dirigido hacia delante, mientras que las hembras poseen una
quilla central, a veces dentada en los lados; los élitros con estrías bien
marcadas. Un total de ocho especies de distribución paleártica y neártica (un
solo taxa), de las cuales tres son europeas e incluyen dos endemismos muy
localizados, uno italiano: Ceratophyus rossii Jekel, 1866 y el otro
ibérico: la que nos ocupa, además de un tercer endemismo íbero-mogrebí: Ceratophyus
hoffmannseggi Fairmaire, 1856, que en nuestro país está bastante extendido
y es abundante en algunos entornos.
Ceratophyus martinezi Lauffer, 1909 (Bol. Soc. Esp.
Hist. Nat., 9: 275) se distingue por tener las tibias anteriores del macho
con el diente apical bífido; el pronoto de las hembras una gibosidad en el
centro del borde anterior, aquillada transversalmente y es algo menor (15-22
mm), de color negro violáceo brillante. La otra especie ibérica, C.
hoffmannseggi, tiene las tibias anteriores del macho con el diente apical
entero, sin dividir; la hembra un saliente medio ampliamente cóncavo por
delante en el pronoto y es de mayor tamaño, entre 20 y 30 mm, de coloración
negra, habitualmente sin reflejos metálicos.
C.
martinezi fué descrito de Madrid y Galicia, sin precisar localidades;
posteriormente se designó un lectotipo de La Granja (Segovia). Solamente se
conoce de dos áreas disyuntas, una comprendida entre las sierras de Guadarrama,
Malagón y Gredos (provincias de Madrid, Segovia y Ávila) y otra en Galicia, en
las provincias de Pontevedra y Orense. Es un coprófago muy estenófago; se
localiza casi siempre bajo excrementos de équidos, aunque también,
secundariamente, aprovecha los de vacuno y rara vez, los de ovino o caprino.
Necesita suelos arenosos, ácidos y sueltos para la nidificación y el
desarrollo larvario; se encuentra a veces al borde de los caminos de montaña.
Es una especie con fuertes exigencias ecológicas y como ya hemos adelantado, es
necesaria la conservación del hábitat serrano donde vive para que su
protección sea realmente efectiva. Como sucede en la mayor parte de las
especies de Geotrupini de la península Ibérica, la puesta tiene lugar
en otoño, tras las primeras lluvias; cooperan ambos sexos en el
aprovisionamiento del nido, que tiene profundidad variable y varias galerías,
en cada una de las cuales se deposita un huevo único. El desarrollo larvario es
anual y dura unos cinco meses.
Por el contrario, Ceratophyus hoffmannseggi Fairmaire,
1856 (Rev. Mag. Zool.: 530), tiene distribución más amplia; coloniza
Marruecos y la península Ibérica. En el país norteafricano se localiza
exclusivamente en el norte-noroeste, pero en nuestra península es frecuente en
todo el cuadrante meridional-occidental, haciéndose más escaso según
avanzamos hacia el norte u oriente. A diferencia del anterior, C.
hoffmannseggi es un coprófago bastante eurífago dentro de la coprofagia,
que se puede encontrar tanto bajo los excrementos humanos como los de équidos,
vacuno, caprino y ovino, ciervos y gamos o incluso en los de conejo; abundante
en los bosques mediterráneos de encinas y otros Quercus.

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