Estimado
señor, -Los escritos adjuntos, que hemos tenido el honor de comunicar
a la Linnean Society y que se relacionan con el mismo asunto, a saber, las
Leyes que afectan a la Producción de Variedades, Razas y Especies, contienen
los resultados de las investigaciones de dos infatigables naturalistas, Mr.
Charles Darwin y Mr. Alfred Wallace.
Estos caballeros han concebido,
independientemente y sin conocimiento el uno del otro, la misma hábil teoría
que da cuenta de la aparición y perpetuación de las variedades y de las
formas específicas sobre nuestro planeta, ambos pueden reclamar honestamente
el mérito de ser los pensadores originales en esta importante línea de
investigación; pero ninguno de ellos ha publicado sus puntos de vista, aunque
Mr. Darwin ha sido urgido de forma repetida por nosotros a hacerlo y ambos
autores han puesto sus trabajos sin reservas en nuestras manos. Pensamos que
promovería mejor los intereses de la ciencia que una selección de ellos se
expusiera ante la Linnean Society.
Tomándolos en el orden de las fechas,
consisten en:
1. Extractos de un trabajo1
manuscrito sobre Especies, por Mr. Darwin, el cual fue bosquejado en 1839 y
copiado en 1844, la copia fue leída por el Dr. Hooker y sus contenidos se
comunicaron posteriormente a Sir Charles Lyell. La primera Parte está
dedicada a "La Variación de los Seres Orgánicos bajo Domesticación y
en su Estado Natural;" y el segundo capítulo de esa parte de los
extractos referidos, que nos proponemos leer a la Sociedad, se titula,
"Sobre la Variación de los Seres Orgánicos en estado Natural; sobre el
Significado de la Selección Natural; sobre la Comparación de las Razas
Domésticas y las especies verdaderas."
2. Un resumen de una carta privada
dirigida al Profesor Asa Gray, de Boston, EE.UU., en octubre de 1857, por Mr.
Darwin, en la cual repite sus puntos de vista y donde muestra que éstos
permanecieron inalterados desde 1839 hasta 1857.
3. Un Ensayo por Mr. Wallace,
titulado "Sobre la Tendencia de las Variedades para alejarse
indefinidamente del Tipo Original". Fue escrito en Ternate en febrero de
1858, para la lectura de su amigo e interlocutor Mr. Darwin y enviado a él
con el expreso deseo de que fuese enviado de nuevo a Sir Charles Lyell, para
obtener el consentimiento y permitir la publicación del Ensayo lo más pronto
posible. Este paso lo hemos aprobado ampliamente, siempre que Mr. Darwin no se
retenga en la publicación, tal como estaba fuertemente inclinado a hacer (en
favor de Mr. Wallace), de la memoria que él mismo ha escrito sobre este
asunto y la cual, como se dijo antes, uno de nosotros estudió atentamente en
1844, y los contenidos de los cuales hemos guardado ambos en secreto durante
muchos años. Mr. Darwin nos dio permiso para hacer el uso que nos pareciese
correcto de su memoria y en adopción de nuestro curso actual, de presentarlo
a la Linnean Society, le hemos explicado que no estamos considerando
únicamente las demandas de la prioridad de él mismo y su amigo sino el
interés de la ciencia en general; vemos deseable que los puntos de vista
fundados en una amplia deducción de los hechos, madurados durante años de
reflexión, debería constituir un objetivo desde el cual otros puedan
comenzar, y que, mientras el mundo científico está esperando la
comparecencia de la obra completa de Mr. Darwin, algunos de los resultados
expuestos en sus trabajos, así como su interlocutor, debería ser mostrados
ante el público.
Humildemente suyo,
Charles
Lyell. Jos.
D. Hooker. J.J. Bennet,
Secretario de la Linnean Society.
I - Extracto de un Trabajo inédito sobre las Especies,
por C. Darwin, consistente en un fragmento del Capítulo titulado, "Sobre
la Variación de los Seres Orgánicos en estado Natural; sobre el Significado
de la Selección Natural; sobre la Comparación de las Razas Domésticas y las
especies verdaderas."
De Candole, en un pasaje elocuente, ha
declarado que toda la naturaleza está en guerra, un organismo contra otro o
contra la naturaleza exterior. Viendo el lado bueno de la naturaleza, a
primera vista puede ser puesto en duda; pero la reflexión mostrará que esto
es inevitablemente cierto. La guerra, no obstante, no es constante sino
recurrente, en menor grado en cortos periodos y más severamente en periodos
ocasionales más distantes y, por lo tanto, sus efectos se pueden pasar
fácilmente por alto. Es la doctrina de Malthus aplicada en la mayoría de los
casos con redoblada fuerza. Así como en cada ambiente hay estaciones, para
cada uno de sus habitantes, de mayor y menor abundancia, así todos se
reproducen anualmente y el freno moral que en menor grado detiene el
incremento de la raza humana se pierde completamente. Aún así, la lenta
reproducción de la raza humana se ha doblado en veinticinco años y se
doblaría en menos tiempo si el alimento se pudiese incrementar con mayor
rapidez. Pero para los animales sin métodos artificiales, la cantidad de
comida de cada especie debe, por término medio, ser constante, mientras que
el incremento para todos los organismos tiende a ser geométrico y en una
vasta mayoría en una enorme proporción. Supongamos que en un cierto lugar
hay ocho parejas de pájaros y que sólo cuatro parejas de ellas (incluyendo
puestas dobles) originan únicamente cuatro crías al año y que estos
continúan criando sus polluelos en la misma proporción, entonces al cabo de
siete años (una vida corta para cualquier pájaro si excluimos las muertes
violentas) habrá 2048 pájaros, en lugar de los dieciséis originales. Como
que este incremento es bastante imposible, debemos concluir que o bien los
pájaros no crían a la mitad de sus polluelos, o que la media de vida de un
pájaro no es ni mucho menos de siete años. Ambas cosas probablemente
concurren. El mismo tipo de cálculo aplicado a todas las plantas y animales
produce efectos más o menos impresionantes, pero en muy pocos casos más
impresionantes que en el hombre.
Se han registrado muchas ilustraciones
prácticas de esta rápida tendencia al incremento, entre las cuales, durante
épocas peculiares, son extraordinarias las cifras de ciertos animales; por
ejemplo, durante los años 1826 a 1828, en La Plata, cuando varios millones de
reses perecieron durante la sequía, el país completo se abarrotó de
ratones. Ahora creo que no se puede dudar que durante la época de cría todos
los ratones (con la excepción de unos cuantos machos o hembras sobrantes) se
aparean, y por consiguiente que su sorprendente incremento durante tres años
debe ser atribuido a un número más grande que los que ordinariamente
sobreviven el primer año, entonces proliferan y así hasta el tercer año en
el que sus números descendieron a sus límites usuales con la vuelta del
tiempo húmedo.
Allí donde el hombre ha introducido
plantas y animales en un país nuevo y favorable hay muchas anécdotas sobre
como y en pocos años el país entero ha sido abarrotado por ellos de forma
sorprendente. Este incremento debería parar necesariamente tan pronto como el
país estuviese completamente abarrotado y con todo tenemos razones para
pensar, por lo que se sabe de las especies salvajes, que todos deberían
aparearse en la primavera. En la mayoría de los casos es difícil de imaginar
donde fallan las cuentas -aunque por regla general, sin duda, en las semillas,
huevos y crías; pero cuando recordamos cómo es de imposible, incluso en la
raza humana (mucho mejor conocida que cualquier otro animal), inferir de
observaciones repetidas y casuales cual es la media de la duración de la vida
o cuales son los diferentes porcentajes de muertes de pájaros en diferentes
países, no debemos sorprendernos de nuestra imposibilidad para descubrir
donde fallan las cuentas en los animales o plantas. Debe recordarse siempre
que en la mayoría de los casos los factores controladores son anualmente
recurrentes en pequeño grado, de forma regular y en un grado extremo durante
años inusualmente fríos, calientes, secos o húmedos, según la
constitución de los seres en cuestión. Aligerando levemente cualquier factor
de control, la capacidad para incrementarse geométricamente en cada organismo
aumentará inmediatamente el número medio de individuos de las especies
favorecidas. La naturaleza puede ser comparada con una superficie sobre la que
descansan diez mil cuñas afiladas que se tocan mutuamente y que son
conducidas hacia dentro por golpes incesantes. Para realizar estas opiniones
es necesaria mucha reflexión. Sobre el hombre debería estudiarse a Malthus y
en todos esos casos como los de los ratones en La Plata, del ganado y caballos
en Sudamérica, de los pájaros, según nuestros cálculos, etc, deberían ser
bien considerados. Reflexionemos sobre el enorme poder multiplicativo anual
inherente en todos los animales; reflexionemos sobre las incontables simientes
esparcidas mediante cientos de argucias, año tras año, sobre la superficie
completa de la tierra y todavía tendremos motivos para suponer que el
porcentaje medio de cada uno de los habitantes de un país usualmente
permanece constante. Finalmente, tengamos en mente que este número medio de
individuos (con las condiciones externas iguales) en cada país se mantiene en
alza por luchas recurrentes contra otras especies o contra la naturaleza
exterior (como en la frontera de las regiones Árticas, donde el frío
controla la vida) de forma que ordinariamente cada individuo de cada especie
ocupa su lugar, por su propia lucha y capacidad de adquirir alimentos en
algunos de los periodos de su vida, desde el huevo hacia adelante; o por la
lucha de sus padres (en organismos de vida corta, cuando el control principal
ocurre a largos intervalos) con otros individuos de la misma o diferente
especie.
Pero dejemos que las condiciones externas
de un país sean alteradas. Si es en pequeño grado, las proporciones
relativas de habitantes cambiarán ligeramente; pero dejemos que el número de
habitantes sea pequeño, como en una isla y el acceso libre desde otros
países y dejemos que los cambios de las condiciones continúen progresando
(formando nuevas estaciones), en este caso los habitantes originales cesarán
su adaptación perfecta a las condiciones cambiantes, tal como eran
originariamente. Se ha mostrado en una parte anterior de este trabajo que esos
cambios de las condiciones externas, por su actuación en el sistema
reproductor, deberían probablemente causar la organización de esos seres que
son los más apropiados para llegar a ser plásticos, tal como sucede bajo
domesticación. Ahora, ¿se puede poner en duda?, cada individuo tiene que
sobrevivir a partir de la lucha, cualquier pequeña variación en su
estructura, hábitos o instintos, adaptará ese individuo mejor a las nuevas
condiciones, ¿debería hablar sobre su vigor y salud? En la lucha tendría
mejor oportunidad para sobrevivir y aquellos de sus descendientes que
heredaron la variación, que es siempre leve, también tendrían una mejor
oportunidad. Cada año se engendran más de los que pueden sobrevivir; con el
paso del tiempo el aspecto más pequeño que interviene en el equilibrio debe
decidir quién morirá y quién sobrevivirá. Dejemos este trabajo de
selección por un lado y muerte por el otro y prosigamos durante mil
generaciones, ¿quién pretenderá afirmar que no producirá efecto, cuando
recordemos lo que, en unos cuantos años, Bakewell llevó a cabo con ganado,
en el Oeste con ovejas, mediante este principio de selección?
Para dar un ejemplo imaginario de cambios
operando sobre una isla:
-un animal canino que ataque
principalmente conejos, pero a veces liebres, tiene una organización
ligeramente plástica; si admitimos que eso mismo cause que el número de
conejos disminuya muy lentamente y el de liebres aumente; el efecto de esto
será que el zorro o el perro serán conducidos a consumir muchas más
liebres: siendo, no obstante, su organización ligeramente flexible, los
individuos con las formas más livianas, miembros más largos y mejor vista,
aunque la diferencia sea muy pequeña, serían ligeramente favorecidos,
tenderían a vivir más y tenderían a tener más crías que heredarían esas
peculiaridades livianas. Los menos veloces serían destruidos inexorablemente.
No puedo ver más razón para dudar que estas causas en miles de generaciones
producirían un marcado efecto y adapta la forma del zorro o del perro para
capturar liebres en lugar de conejos, tal como los galgos pueden ser
perfeccionados por selección y un cruce cuidadoso. Así debería ser también
con plantas bajo circunstancias similares. Si el número de individuos de una
especie con semillas emplumadas puede incrementarse con gran capacidad de
diseminación en su propia área (es decir, si el factor de control para
incrementar su número recae en las semillas), esas semillas que fueron
abastecidas con algo más de pelusa, con el paso del tiempo deberían
diseminarse más; por lo tanto germinarían un gran número de semillas así
formadas y tenderían a producir plantas que han heredado las mejores
adaptaciones 2.
Además este tipo natural de selección
mediante el cual esos individuos son preservados, tanto en sus huevos como
larvas o estado maduro, el cual es el mejor adaptado al lugar que ocupa en la
naturaleza, hay una segunda entidad implicada en muchos animales unisexuales,
que tiende a producir el mismo efecto es la lucha de los machos por las
hembras. Estas luchas generalmente son resueltas por la ley de la batalla,
pero en el caso de los pájaros aparentemente lo son por los encantos de su
canto, por su belleza o su poder de cortejo, como en la danza del tordo de las
rocas de Guinea. Los machos más vigorosos y saludables, lo que significa una
adaptación perfecta, generalmente ganarán la victoria en sus luchas. Este
tipo de selección, no obstante, es menos riguroso que el otro, no requiere la
muerte del menos afortunado, pero les da menos descendientes. La lucha decae,
no obstante, en la época del año en que la comida es generalmente abundante
y quizás el efecto principalmente producido sería la modificación de los
caracteres sexuales secundarios, que no están relacionados con la capacidad
para obtener alimento o para defenderse de los enemigos, pero sí para la
lucha o competición con otros machos. El resultado de esta lucha entre machos
puede ser comparado con aquellos producidos por los agricultores que dedican
menos atención a la cuidadosa selección de todos sus animales jóvenes y
más con el uso ocasional de la elección de pareja.
II - Resumen De Una Carta De C. Darwin Al Prof Asa Gray,
Boston, EE.UU., Fechado el 5 de septiembre de 1857.
1. Es maravilloso lo que el
principio de selección puede hacer por el hombre, es decir, la selección de
individuos con alguna cualidad deseada, la reproducción de los mismos y de
nuevo la selección. Hasta los criadores se maravillan de sus propios
resultados. Pueden actuar sobre diferencias inapreciables para un ojo no
entrenado. La selección ha sido metódicamente seguida en Europa solamente
desde el último medio siglo; pero fue ocasionalmente usada, incluso
metódicamente en cierto grado, en los tiempos antiguos. Debe haber sido
además un tipo de selección inconsciente de un periodo remoto,
particularmente en la preservación de los animales (sin pensar en su
descendencia) más provechoso para cada raza. El "rouging"
como los arboricultores llaman a las variedades que se apartan de su tipo,
echadas a perder, es un tipo de selección. Estoy convencido que la selección
intencional y ocasional ha sido el principal agente en la producción de
nuestras razas domésticas; pero, aunque no obstante esto puede ser, es el
gran poder de modificación el que se ha mostrado de forma indiscutible en los
últimos tiempos. La selección actúa únicamente mediante la acumulación de
grandes o pequeñas variaciones causadas por condiciones externas o por el
mero efecto de que en esa generación los jóvenes no son absolutamente
similares a sus padres. El hombre, debido a su poder para acumular
variaciones, adapta los seres vivos a su querer -se puede decir que hace la
lana de una oveja apta para las alfombras y la de otra para los abrigos.
2. Supongamos que hubiese un ser
que no juzgase por meras apariencias externas, sino que pudiese estudiar la
organización interna completa, que nunca fuese caprichoso y que estuviese
seleccionando con un propósito determinado durante millones de generaciones;
¿quién diría que no causaría efecto? En la naturaleza tenemos variaciones
leves ocasionalmente en todas las partes y pienso que se puede mostrar que las
condiciones del cambio en la existencia es la causa principal por la que los
jóvenes no se parecen exactamente a sus padres; en la naturaleza la geología
nos muestra que los cambios han tenido lugar y están teniendo lugar. Pensemos
en el periodo Glacial durante la totalidad del cual han existido las mismas
especies, al menos de conchas; durante este periodo tienen que haber existido
millones de millones de generaciones.
3. Pienso que se puede mostrar que
hay una capacidad de trabajo infalible en la Selección Natural (el título de
mi libro) la cual selecciona exclusivamente las ventajas de cada ser
orgánico. El anciano De Candolle, W. Herbert y Lyell han escrito
excelentemente sobre la lucha por la vida; pero todavía no han escrito con
fuerza suficiente. Reflexionemos que cada ser (hasta el elefante) se reproduce
en tal proporción que en pocos años, o como mucho en unas pocas centurias,
la superficie de la tierra no podría mantener la progenie de una pareja. He
encontrado duro considerar que el aumento de cada especie está controlado
durante cierta parte de su vida, o durante cierta generación corta y
recurrente. Sólo unos pocos de esos que anualmente nacen pueden vivir para
propagar su casta. ¡Qué diferencias tan triviales deben a menudo determinar
quién vivirá y quién perecerá!
4. Consideremos ahora el caso de
una comarca que experimenta algún tipo de cambio. Esto provocará que algunos
de sus habitantes varíen ligeramente -por lo que creo muchos seres no varían
todas las veces de forma suficiente para que la selección actúe sobre ellos.
Algunos de sus habitantes, serán exterminados y los restantes serán
expuestos a la mutua acción de un conjunto diferente de habitantes, los
cuales creo que son mucho más importantes para la vida de cada ser que el
mero clima. Considerando la variedad infinita de métodos que los seres vivos
siguen para obtener alimento mediante la lucha con otros organismos, para
escapar del peligro en varios momentos de su vida, para tener sus huevos o
semillas diseminadas, etc, etc, no puedo dudar que durante millones de
generaciones los individuos de una especie nacerán ocasionalmente con alguna
ligera variación, aprovechable para alguna parte de su economía. Esos
individuos tendrán una mejor oportunidad para la supervivencia y la
propagación de su nueva y pequeña diferencia estructural; la modificación
puede ser lentamente incrementada por la acción acumulativa de la selección
natural sobre cualquier extensión provechosa. La variedad así formada
coexistirá, o más comúnmente, exterminará a su forma parental. Un ser
orgánico, como el pájaro carpintero o el muérdago, pueden así adaptarse a
una serie de contingencias -la selección natural acumulando esas pequeñas
variaciones en todas las partes de su estructura, que son en cualquier caso
útiles durante parte de su vida.
5. Con respecto a esta teoría a
cada uno le pasarán por la mente dificultades de todo tipo. Muchas pueden,
creo, ser resueltas satisfactoriamente. Natura non facit saltum
responde a algunas de las más obvias. La lentitud del cambio y el que sólo
unos pocos individuos experimenten cambios al mismo tiempo, responde otras. La
extrema imperfección de nuestros registros geológicos responde otras.
6. Otro principio, que puede ser
llamado el principio de divergencia, juega, creo, un importante papel en el
origen de las especies. El mismo sitio soportará más vida si está ocupado
por formas muy diversas. Vemos esto en las muchas formas comunes que hay en
una yarda cuadrada de césped y en las plantas o insectos de cualquier islote
uniforme, que pertenecen casi invariablemente a tantos géneros y familias
como especies. Podemos comprender el significado de este hecho entre los
animales superiores, cuyos hábitos comprendemos. Sabemos que se ha comprobado
experimentalmente que un terreno rendirá mucho más si se siembra con varias
especies y géneros de hierbas, que si lo sembramos únicamente con dos o tres
especies. Cada ser orgánico se reproducirse tan rápidamente que se puede
decir que compite en extremo para incrementar su número. Así que estará con
la descendencia de cualquier especie después que ha llegado a ser
diversificado en variedades, en subespecies o en verdaderas especies. Y
continúa, pienso, de los hechos precedentes, que la descendencia modificada
de cada especie intentará valerse (sólo unos pocos tendrán éxito) de
tantos y tan diversos lugares en la economía de la naturaleza como sean
posibles. Cada nueva variedad o especie, cuando está formada, generalmente
tomará el lugar de sus progenitores menos idóneamente adaptados y así los
exterminará. Pienso que esto es el origen de la clasificación y afinidades
de los seres orgánicos en todos las épocas; los seres orgánicos parece que
siempre se ramifican y sub-ramifican como las ramas de un árbol desde un
tronco corriente, los florecientes y divergentes vástagos destrozan las ramas
menos vigorosas -la muerte y pérdida de ramas representa groseramente la
extinción de géneros y familias.
El boceto es imperfecto; pero en tan
corto espacio no lo he podido hacer mejor. Su imaginación deberá completar
muchos espacios en blanco.
C. Darwin
III. Sobre la Tendencia de las Variedades para alejarse
indefinidamente del Tipo Original. Por Alfred Russel Wallace.
Uno de los argumentos más fuertes que
han sido aducidos para probar la diferenciación original y permanente de las
especies es que las variedades producidas en estado de domesticidad son más o
menos inestables y a menudo tienen tendencia, si se dejan a ellas mismas, a
volver a la forma normal de la especie parental; esta inestabilidad es
considerada una peculiaridad de todas las variedades, aún hasta las que
ocurren en medio de los animales salvajes en estado de naturaleza y
constituyen un suministro para preservar inalterados la especie dispar creada
originalmente.
En ausencia de hechos y observaciones
sobre cómo las variedades surgen entre los animales salvajes, este argumento
ha tenido un gran peso entre naturalistas y ha conducido a una creencia muy
general y un tanto prejuiciada sobre la estabilidad de las especies.
Igualmente general, sin embargo, es la creencia en lo que se ha llamado
"variedades permanentes o verdaderas" -razas de animales que
continuamente se propagan, pero que difieren tan levemente (aunque
constantemente) de otra raza, que cada una de ellas se considera como variedad
de la otra. Generalmente no hay medios para determinar cuál es la variedad y
cual es la especie original excepto en esos casos raros en los cuales la raza
se sabe que ha producido descendencia diferente a sí misma y parecida a la
otra. Esto, no obstante, parece bastante incompatible con la "estabilidad
permanente de las especies", pero la dificultad se vence asumiendo que
tales variedades tienen límites estrictos y no pueden variar más del tipo
original, aunque puedan volver a él, lo cual, a partir de la analogía de los
animales domesticados, se considera muy probable, si no ciertamente probado.
Se observará que este argumento descansa
completamente sobre la asunción de que las variedades que ocurren en un
estado natural son en todo análogas e incluso idénticas con los animales
domésticos y están gobernadas por las mismas leyes referentes a su
permanencia o posterior variación. Pero el objeto del presente trabajo es
mostrar que esta asunción es completamente falsa, que hay un principio
general en la naturaleza que causará que muchas variedades sobrevivan a las
especies parentales y motivan a las variaciones sucesivas para que se desvíen
más y más del tipo original y que también produce, en animales
domesticados, la tendencia de las variedades a volver a la forma parental.
La vida de los animales salvajes es una
lucha por la existencia. Toda la fuerza de sus facultades y todas las
energías son requeridas para preservar su propia existencia y proveer de esto
a su descendencia. La posibilidad de obtener comida durante las épocas menos
favorables y de escapar a los ataques de sus más peligrosos enemigos, son las
condiciones primarias que determinan la existencia de individuos y especies
completas. Esas condiciones también determinarán la población de una
especie y mediante una consideración cuidadosa de todas las circunstancias
podemos comprender, y en algún grado explicar, lo que a primera vista aparece
tan inexplicable -la excesiva abundancia de algunas especies, mientras que
otras semejantes son muy raras.
La proporción general que debe existir
entre determinados grupos de animales se puede ver con facilidad. Los animales
grandes no pueden ser tan abundantes como los pequeños; los Carnivora deben
ser menos numerosos que los Herbivora; las águilas y leones nunca pueden ser
tan abundantes como las palomas y los antílopes; los asnos salvajes de los
desiertos Tártaros no pueden igualar en número a los caballos de las
praderas y pampas de América más exuberantes. La mayor o menor fecundidad de
un animal es a menudo considerado como uno de las mayores causas de su
abundancia o escasez; pero una consideración de los hechos nos mostrará que
realmente tiene poca o ninguna importancia. Aún el menos prolífico de todos
los animales se incrementará rápidamente si no tiene obstáculos, mientras
que es evidente que la población animal del globo debe ser estacionaria, o
quizás, bajo la influencia del hombre, cada vez menor. Las fluctuaciones
deben existir; pero el incremento permanente, excepto en localidades
restringidas, es poco menos que imposible. Por ejemplo, nuestra propia
observación debe convencernos que las aves no se incrementan cada año en
proporción geométrica, como deberían hacer si no hubiese un potente control
sobre su incremento natural. Muy pocos pájaros producen menos de dos crías
cada año, mientras que muchas tienen seis, ocho o diez; cuatro estará por
debajo de la media y si suponemos que cada pareja produce crías sólo cuatro
veces en su vida, que también estará por debajo de la media, suponiendo que
no mueren por violencia o falta de comida. Aún con esta tasa ¡qué tremendo
sería el incremento producido en unos pocos años partiendo de una pareja! Un
cálculo simple mostrará que en quince años cada par de aves debería
haberse incrementado a unos ¡diez millones! Mientras que realmente no tenemos
ninguna razón para creer que el número de pájaros de cualquier país se
incrementa en quince años o en ciento quince. Con tal poder para
incrementarse la población, ha alcanzado sus límites y se ha transformado en
estacionaria, en muy pocos años después del origen de cada especie. Es
evidente, por lo tanto, que cada año un inmenso número de pájaros deben
perecer -del mismo modo que también nacen muchos y como el cálculo más bajo
de la progenie es el doble que el de los padres, de aquí resulta que
cualquiera que sea el número medio de individuos existente en un país
determinado, cada año ese número debe perecer dos veces, -un resultado
impresionante, pero el único que parece mínimamente probable y probablemente
está infravalorado. Debería por consiguiente aparecer que, hasta donde la
persistencia de las especies y la conservación del número medio de
individuos concierne, grandes camadas son superfluas. Por término medio todo
lo anterior se transforma en comida para halcones y milanos, gatos salvajes y
comadrejas, o perecer de frío y hambre cuando venga el invierno. Esto está
sorprendentemente probado para el caso de especies particulares; ya que hemos
encontrado que su abundancia en individuos no tiene ninguna relación con su
fertilidad en la producción de descendencia. Quizás el caso más remarcable
de una inmensa población de aves es el de la paloma migratoria de los Estados
Unidos, que coloca sólo uno, o como máximo dos huevos y que se dice que
cría generalmente un único polluelo. ¿Por qué es este pájaro tan
extraordinariamente abundante, mientras otros que producen dos o tres veces
más crías son mucho menos abundantes? La explicación no es difícil. La
comida más agradable a esta especie, y con la cual prolifera mejor, está
abundantemente distribuida sobre una región muy amplia, ofreciendo semejantes
diferencias de suelo y clima, que en una parte u otra del área el suministro
nunca falla. El pájaro tiene capacidad para un vuelo largo y continuado, por
lo que puede pasar sin fatiga sobre la totalidad del conjunto de hábitats y
tan pronto como el suministro de comida empieza a fallar en un lugar, es capaz
de descubrir comida fresca en otros. Este ejemplo nos muestra increíblemente
que la adquisición del abastecimiento de alimento saludable es casi la única
condición para garantizar el rápido incremento de una especie dada, ni la
fecundidad limitada ni los incontenibles ataques de las aves de presa y del
hombre son aquí suficientes para controlarla. En ningún otro pájaro están
esas circunstancias tan peculiarmente combinadas. La comida tiene más
tendencia a fallar o no tienen suficiente poder de vuelo para buscarla sobre
una extensa área o durante alguna época del año se vuelve muy escasa y
deben sustituirla por otra menos sana, así de esta manera, aunque son más
fértiles en su descendencia no pueden nunca incrementarse más allá del
suministro de comida de la época menos favorable. Muchos pájaros sólo
pueden subsistir por la emigración a regiones más templadas cuando su
alimento se vuelve escaso, o como mínimo un clima diferente, aunque como esas
aves migratorias rara vez son excesivamente abundantes, es evidente que los
países que visitan son todavía deficientes en un suministro de comida sana
constante y abundante. Aquellos cuya organización no les permite migrar
cuando su comida se vuelve periódicamente escasa, nunca pueden obtener una
gran población. Probablemente esta es la razón por la que los pájaros
carpinteros son escasos entre nosotros, mientras que en los trópicos se
encuentran entre los pájaros solitarios más abundantes. Así el gorrión
común es más abundante que el petirrojo, porque su comida es más constante
y abundante -las semillas de hierbas se preservan durante el invierno y
nuestros corrales de granja y campos de rastrojos abastecen de un suministro
prácticamente inagotable. ¿Por qué, como regla general, los acuáticos y
especialmente los pájaros marinos son muy numerosos en individuos? No porque
sean más prolíficos que otros, generalmente lo contrario; si no porque su
comida nunca falla, las playas del mar y los bancos de los ríos hormiguean
diariamente con un suministro fresco de pequeños moluscos y crustáceos.
Exactamente las mismas leyes se aplican a los mamíferos. Los gatos salvajes
son prolíficos y tienen pocos enemigos; ¿por qué entonces no son nunca tan
abundantes como los conejos? La única respuesta inteligible es que su
suministro de alimento es más precario. Esto aparece como evidente, por
consiguiente, será así siempre que un país permanece físicamente
inalterado por lo que los números de su población animal no pueden
incrementarse materialmente. Si una especie lo hace así, otras que necesitan
el mismo tipo de alimento deberán disminuir en proporción. El número que
muere anualmente debe ser inmenso y como la existencia individual de cada
animal depende de sí mismo, esos que mueren deben ser los más débiles -los
más jóvenes, los ancianos y los enfermos- mientras que esos que prolongan su
existencia sólo pueden ser los más perfectos en salud y vigor - esos que son
más capaces para obtener comida regularmente y evitan sus numerosos enemigos.
Es, como comenzamos remarcando, "una lucha por la existencia", en la
cual los más débiles y menos perfectamente organizados deben siempre
sucumbir.
Ahora aparece como claro que lo que tiene
lugar entre los individuos de una especie debe también ocurrir entre varias
especies aliadas -a saber esos que están mejor adaptados para obtener un
suministro regular de comida y para defenderse a sí mismos de los ataques de
sus enemigos y las vicisitudes de las estaciones, deben necesariamente obtener
y preservar una superioridad en la población, mientras que esas especies con
algún defecto de facultad u organización son los menos capaces para
contrarrestar las vicisitudes de comida, suministro, etc., deben disminuir en
número y en casos extremos, llegar a ser totalmente extintas. Entre esos
extremos las especies presentan varios grados de capacidad para asegurar los
medios de preservar la vida y así es como damos cuenta de la abundancia o
rareza de las especies. Nuestra ignorancia generalmente nos prevendrá de
seguir la traza desde los efectos hasta las causas; pero nos podríamos poner
enteramente al corriente con la organización y hábitos de las diversas
especies de animales y podríamos medir la capacidad de cada una para ejecutar
las diferentes acciones necesarias para su seguridad y existencia bajo todas
las variadas circunstancias por las que es rodeada, incluso podríamos ser
capaces de calcular la abundancia proporcional de individuos que deben
resultar necesariamente.
Si ahora hemos tenido éxito es
establecer estos dos puntos -Primero, que la población animal de un país es
generalmente estable, debido a una deficiencia periódica de comida y otros
factores y segundo, que comparativamente la abundancia o escasez de los
individuos de varias especies se debe enteramente a su organización y
hábitos resultantes, los cuales presentan más dificultad, en algunos casos
que en otros, para adquirir un suministro regular de comida y conseguir su
seguridad personal, sólo puede ser equilibrado por una diferencia en la
población que tiene que existir en un área determinada -estaremos en
condiciones para proceder a la consideración de las variedades, para las
cuales, los comentarios anteriores, tienen una aplicación muy importante y
directa.
La mayoría o quizás todas las
variaciones de la forma típica de una especie deben tener algún resultado
definitivo, aunque despreciable, en los hábitos o capacidades de los
individuos. Incluso un cambio de color podría, haciéndolos más o menos
distinguibles, afectar a su seguridad; un mayor o menor desarrollo de pelo
podría modificar sus hábitos. Cambios más importantes, como el incremento
en la potencia o dimensiones de las extremidades o cualquier órgano externo,
debería afectar más o menos a sus modos de obtener alimento o la extensión
del territorio en el cual habitan. También es evidente que la mayoría de los
cambios deberían afectar, ya sea favorablemente o negativamente, las
capacidades para prolongar la existencia. Un antílope con patas cortas o
débiles debe sufrir necesariamente más de los ataques de los felinos
carnívoros; la paloma mensajera con una potencia inferior en las alas
debería verse afectada más pronto o más tarde en su capacidad para obtener
alimento y en ambos casos el resultado debe ser necesariamente una
disminución de la población de la especie modificada. Si, por el contrario,
alguna especie produjese una variedad con un ligero incremento de sus
capacidades para preservar su existencia, esta variedad deberá adquirir
inevitablemente una superioridad numérica con el paso del tiempo. Estos
resultados deben ser así tan seguro como que la vejez, la intemperancia o la
escasez de alimento producen un incremento en la mortalidad. En ambos casos
pueden existir muchas excepciones individuales; pero por término medio la
regla se encontrará invariablemente apropiada. Todas las variedades por
consiguiente pertenecen a dos clases -esas que bajo las mismas condiciones
nunca alcanzarían la población de la especie parental y esas que con el
tiempo obtendrían y mantendrían una superioridad numérica. Ahora permitamos
que ocurra alguna alteración de las condiciones físicas en la zona -un largo
periodo de sequía, una destrucción de la vegetación por langostas, la
irrupción de algún carnívoro nuevo buscando "nuevos pastos"-
cualquier cambio de hecho que tiende a hacer la existencia más difícil a las
especies en cuestión, imponiendo las más arduas tareas a sus potencias para
evitar la exterminación completa; es evidente que, de todos los individuos
que componen la especie, los que forman la variedad menos numerosa y más
débilmente organizada deberían sufrir primero y, donde la presión sea
severa, deberá extinguirse a corto plazo. Las mismas causas en acción
permanente causarán que la especie parental sea la siguiente en sufrir,
debería disminuir gradualmente su número y con una recurrencia de
condiciones desfavorables similares también debería extinguirse. La variedad
superior debería entonces permanecer sola y a la vuelta de las circunstancias
favorables debería incrementarse rápidamente en número y ocupar el lugar de
la especie extinta y su variedad.
La variedad debería ahora haber
reemplazado a la especie, de la cual estaría más perfectamente desarrollada
y sería una forma más altamente organizada. Sería en todos los aspectos
mejor adaptada para garantizar su seguridad y prolongar su existencia
individual y la del linaje. Tal variedad no debería volver a la forma
original; ya que esa forma es inferior y nunca debería competir con ella por
la existencia. Concediendo una "tendencia" a reproducir el tipo
original de la especie, todavía la variedad debe permanecer siempre
numéricamente preponderante y bajo condiciones físicas adversas de nuevo
sobrevivirá ella sola. Pero esta raza nueva, mejorada y abundante debería,
con el transcurso del tiempo, dar lugar a nuevas variedades, exhibiendo
diversas modificaciones de la forma, alguna de las cuales, tenderá a
incrementar las facilidades para preservar la existencia y deberá, por la
misma ley general, ser predominante cuando llegue su turno. Aquí, entonces,
tenemos una progresiva y continuada divergencia deducida de las leyes
generales que regulan la existencia de los animales en estado natural y del
incontestable hecho que ocurre frecuentemente en las variedades. Sin embargo
no se afirma que este resultado sea invariable; un cambio en las condiciones
físicas de la zona podría modificarlo, inhabilitando a la raza que había
sido la mas capacitada para sostener la existencia bajo las condiciones
anteriores, e incluso causando la extinción de la raza más nueva y, durante
un tiempo superior, mientras la vieja especie parental y sus primeras
variedades inferiores continúan prosperando. Variaciones en partes poco
importantes deberían ocurrir también, teniendo efectos no perceptibles en
las potencias para preservar la vida y las variedades así abastecidas
deberían correr por un camino paralelo con las especies parentales, dando
origen a variaciones posteriores o volviendo al tipo anterior. Todo lo que
argumentamos es que ciertas variedades tienen una tendencia a mantener más
prolongada su existencia que la especie original y esta tendencia la debe
hacer sentir a sí misma; aunque la doctrina de casualidades o promedios nunca
puede ser confiada a una escala limitada, aún aplicada a grandes números,
los resultados se hacen cercanos a lo que la teoría demanda, y como nos hemos
acercado a una infinidad de ejemplos, es estrictamente certera. Ahora la
escala en la cual la naturaleza trabaja es tan vasta -los números de
individuos y periodos de tiempo con las que trata se acercan al infinito, de
forma que cualquier causa, aunque sea leve, y quizás con tendencia a ser
velada y contrarrestada por circunstancias accidentales, deberán producir al
final sus íntegros resultados legítimos.
Volvamos ahora a los animales
domesticados y averigüemos cuántas variedades producidas entre ellas están
afectadas por los principios enunciados. La diferencia esencial en la
condición de animales salvajes y domésticos es esta, -que entre el anterior,
su bienestar y la misma existencia depende del justo ejercicio y condición de
salud de todos sus sentidos y potencias físicas, mientras que entre los
últimos, son solamente parcialmente ejercitados y en algunos casos son
absolutamente desusados. Un animal salvaje tiene que buscar, y a menudo
trabajar, por cada bocado de comida -ejercita la vista, oído y olfato en la
búsqueda y evita peligros, busca refugio de las inclemencias de las
estaciones y la provisión para la subsistencia y seguridad de su
descendencia. No hay músculo de su cuerpo que no sea llamado cada día y cada
hora a la actividad; no hay sentido o facultad que no sea fortalecido por el
continuo ejercicio. Al animal doméstico, por otro lado, se le provee de
comida, está abrigado y a menudo confinado para guardarlo de las vicisitudes
de las estaciones, está cuidadosamente resguardado de los ataques de sus
enemigos naturales y rara vez sostiene a sus crías sin la intervención
humana. La mitad de sus sentidos y facultades son bastante inútiles y la otra
mitad son a menudo ejercitados muy pobremente, mientras que su sistema
muscular solamente es llamado a la acción irregularmente.
Ahora cuando acontece una variedad de
tales animales, teniendo incrementada la potencia o capacidad en algún
órgano o sentido, tal incremento es totalmente inútil, nunca es llamado a la
acción e incluso puede existir sin que el animal caiga en la cuenta de él.
En la vida salvaje, por el contrario, sus facultades y habilidades son usadas
totalmente debido a las necesidades de la existencia, cualquier incremento se
transforma inmediatamente en aprovechable, se fortalece mediante el ejercicio
y debe incluso modificar ligeramente la comida, los hábitos y la economía
completa de la raza. Se crea como si fuese un nuevo animal, uno de habilidades
superiores y que necesariamente incrementará su número sobreviviendo a los
inferiores a él.
En el animal domesticado todas las
variaciones tienen la misma oportunidad de continuidad y esas que impedirían
a un animal salvaje competir con sus semejantes y continuar su existencia no
es ninguna desventaja en estado de domesticidad. Nuestros cerdos engordados
apresuradamente, las ovejas de patas cortas, la paloma buchona y los caniches
nunca habrían existido en estado natural, porque el primer paso hacia tales
formas inferiores les habría conducido hacia una rápida extinción de la
raza; todavía menos podrían existir en competencia con sus animales
salvajes. La gran velocidad aunque leve resistencia del caballo de raza, la
fuerza poco manejable del equipo del labrador, ambas serían inútiles en un
estado de naturaleza. Si volviesen salvajes a la pradera, tales animales
probablemente se extinguirían rápidamente, o bajo condiciones favorables
podrían perder sus cualidades extremas que nunca serán utilizadas y en unas
pocas generaciones volverían al tipo común, el cual debe ser aquel en el que
las potencias y facultados son proporcionadas a cada una como la mejor
adaptación para procurar comida y seguridad, -ya que únicamente por el
ejercicio de cada parte de su organización el animal puede continuar vivo.
Las variedades domésticas, cuando se vuelven salvajes, deben retornar a algo
cercano al tipo original salvaje o extinguirse completamente.
Vemos entonces que a partir de la
observación de los animales domésticos no se pueden deducir consecuencias en
cuanto a las variedades en estado natural. Los dos son demasiado opuestos
entre sí en todas las circunstancias de su existencia, lo que se aplica a uno
no es seguro para aplicarlo al otro. Los animales domésticos son anormales,
irregulares, artificiales; están sujetos a variedades que nunca ocurrirán y
nunca pueden ocurrir en estado de naturaleza: su existencia depende
enteramente del cuidado humano; muchos de ellos son excluidos de los animales
que poseen esa justa proporción de facultades, en los que el balance
verdadero de organización por medio del cual un animal puede ser dejado a sus
propios recursos, preservar su existencia y continuar su raza.
La hipótesis de Lamarck -que los cambios
progresivos en las especies han sido producidos por los intentos de los
animales en desarrollar sus órganos y así modificar su estructura y
hábitos- ha sido repetida y fácilmente refutada por todos los autores con el
tema de variedades y especies y parece que se ha considerado que cuando esto
estuvo hecho la cuestión ha sido finalmente liquidada; pero el punto de vista
desarrollado aquí considera tal hipótesis bastante innecesaria mostrando que
resultados similares se producen por la acción de los principios que están
continuamente en funcionamiento en la naturaleza. La capacidad retráctil de
las garras del halcón y los felinos no ha sido producida o incrementada por
la voluntad de dichos animales; sino que entre las diferentes variedades que
han surgido en las formas de esos grupos, tempranas y menor organizadas,
siempre sobrevivieron más los que tenían más facilidades para capturar su
presa. La jirafa nunca adquirió su largo cuello por el deseo de alcanzar el
follaje de los arbustos más elevados alargando constantemente su cuello con
este propósito, sino de alguna variedad surgida entre sus antitipos con un
cuello más largo que el usual, una vez conseguido alcanzarán pastos más
frescos por encima del mismo suelo que sus compañeros cuelli-cortos y a la
primera escasez de comida sobrevivirán a estos últimos. Aún los colores
peculiares de muchos animales, especialmente insectos, tan cercanamente
semejantes al suelo o las hojas o los troncos de donde habitualmente residen,
se explican por el mismo principio; aunque en el curso de las épocas
variedades de muchos tintes pueden haberse sucedido, todavía esas razas que
tienen colores mejor adaptados a la ocultación de sus enemigos deberían
inevitablemente sobrevivir más. Tenemos también una causa de hecho para
explicar por el balance tan a menudo observado en la naturaleza, -una
deficiencia en un conjunto de órganos siempre es compensada por un incremento
del desarrollo de algunos otros- alas más potentes acompañando pies débiles
o gran velocidad para compensar la ausencia de armas defensivas; se ha
mostrado que todas las variedades que tengan una deficiencia no compensada no
podrían continuar más su existencia. La acción de este principio es
exactamente igual al gobernador centrífugo de la máquina de vapor, el cual
controla y corrige cualquier irregularidad apenas se hace ésta evidente y del
mismo modo una deficiencia no compensada en el reino animal puede alcanzar
cualquier magnitud, porque se haría sentir desde el primer momento, rindiendo
su difícil existencia a la extinción que seguirá pronto.
Un origen tal como el que se apoya aquí
estará de acuerdo con el peculiar carácter de las modificaciones de forma y
estructura que se obtiene de los seres organizados -la gran cantidad de
líneas de divergencia de un tipo central, la creciente eficiencia y poder de
un órgano particular a través de la sucesión de especies semejantes y la
persistencia remarcable de partes no importantes tales como el color, textura
del plumaje y pelos, forma de cuernos o crestas, a través de una serie de
especies que difieren considerablemente en caracteres más esenciales. Esto
también nos facilita un motivo para las "estructuras más
especializadas" a las que el Profesor Owen declara características de
organismos recientes comparados con las formas extintas y que debería ser
evidentemente el resultado de la modificación progresiva de cualquier órgano
aplicado a un propósito especial en la economía animal.
Creemos que hemos mostrado que hay una
tendencia en la naturaleza a la progresión continuada de ciertas clases de
variedades más allá del tipo original -una progresión ante la cual no hay
razón aparente para asignar límites definitivos- y que el mismo principio
que produce este resultado en un estado natural también explicará por qué
las variedades domésticas tienen tendencia a revertir al tipo original. Esta
progresión, mediante pasos diminutos, en varias direcciones, pero siempre
controlado y equilibrado por las condiciones necesarias, sujetas a las cuales
la existencia puede ser preservada, puede, se cree, ser seguido hasta el final
para estar de acuerdo con todos los fenómenos presentados por los seres
organizados, su extinción y sucesión en épocas pasadas y las
extraordinarias modificaciones de forma, instinto y hábitos que exhiben.
Ternate, febrero, 1858