Bol. S.E.A.,
nº 26, 1999:9-16
Evolución
y filogenia de Arthropoda
Introducción
(es)
Antonio Melic
SEA - Avda. Radio Juventud,
37
50012 Zaragoza
amelic@retemail.es
1. Introducción
(a
la Introducción)
Hace exactamente 30 años, en
octubre de 1969, se celebró en Salamanca el I Simposio Internacional
de Zoofilogenia. Las Actas correspondientes serían publicadas
en 1971 por Rafael Alvarado, Enrique Gadea y Andrés De Haro.
La introducción se abría con una frase que bien puede considerarse
plenamente vigente, aunque los tiempos, métodos y técnicas
han ido cambiando en gran medida. Decía: ‘La situación
actual de los conocimientos zoológicos hacía necesaria la
celebración de un Simposio donde se debatieran los temas
y tendencias de actualidad sobre Zoofilogenia y en relación
con la Sistemática...’. Dividido en 8 secciones y casi
40 artículos, el volumen pasaba revista a buena parte de
los ‘grandes problemas’ de la Zoología del momento: la diferenciación
entre animales y plantas, la diversificación filética al
nivel unicelular, el paso de Protozoo a Metazoo, o de los
organismos diblásticos a los triblásticos, así como su diversificación,
etc, etc. La sección IV, en concreto, estaba dedicada específicamente
a los Artrópodos a través de siete artículos sobre taxones
de alto nivel: Crustáceos decápodos, Picnogónidos, Thysanura,
Apterygota, Diptera, Odonata y Collembola.
No es extraño que algunos de
los temas tratados en las Actas se repitan en el presente
volumen. Es el caso de la ‘Evolución en el tamaño en los
animales’ de E. Anadón y nuestro equivalente, ‘El tamaño
en la ecología y la evolución de los artrópodos’ de E. García-Barros
o ‘Las relaciones filogenéticas de los Picnogónidos’, firmado
en 1969 por Andrés de Haro y nuestra ‘Evolución y filogenia
de los Picnogónidos’ de Tomás Munilla, entre algunos otros.
Y es que muchas de las relaciones debatidas hace 30 años
son hoy asunto que parece definitivamente resuelto, pero
también mucho de aquel debate sigue vivo aunque el tiempo
le haya dado nuevas formas o trasladado a otras ‘ramas’
de esa espléndida metáfora a la que llamamos el Árbol de
la Vida. Por contra, aspectos que parecían solventados entonces
han sido crudamente reabiertos a la luz de nuevos hallazgos,
del uso de nuevos métodos o de la aplicación de nuevas técnicas
de análisis. Efectivamente, la paleontología ha multiplicado
la cantidad y calidad de su información mediante el descubrimiento
y reinterpretación de fósiles en los últimos años, al tiempo
que la cladística ha irrumpido con estrépito y se ha instalado
en el campo de la Filogenia en las décadas más recientes
(recordemos que la primera traducción de Phylogenetic
Systematic al inglés, de W. Hennig, data de 1966 y que
el original alemán, de 1950, pasó bastante desapercibido;
por su parte, la fenética de Sokal y Sneath, era también
un método recientísimo, con apenas 5 años de vida). El análisis
molecular, en la década de los 60, estaba todavía gestando
sus métodos, y no tomaría un auténtico auge hasta los 80
(no obstante, hay que señalar que las Actas recogen ya toda
una sección dedicada a Aspectos Moleculares de la Zoofilogenia).
El presente volumen, pues, retoma
modestamente el punto final de aquellas Actas, convirtiéndolo
en un punto y aparte, y sin ningún complejo se confiesa
su deudor rindiéndole un más que merecido homenaje. El valor
de aquel Simposio y de sus Actas se engrandece precisamente
a la luz del tiempo transcurrido, durante el cual, ningún
otro evento similar o parecido ha tenido lugar en nuestro
país. Marcó, por tanto, un verdadero hito de la historia
de nuestra biología.
Y, por ello, ha resultado especialmente
gratificante la participación en el actual volumen del Dr.
Andrés De Haro, uno de los organizadores de aquel I Simposio
Internacional de Zoofilogenia y coeditor de sus Actas.
2. Introducción
(versión alternativa,
informal y amable)
Hace algo más de un año, justo
después de haber adoptado la firme decisión de no volver
a embarcar a la revista en un nuevo monográfico (al menos
hasta que pasara mucho, mucho tiempo), recibimos tres cartas
en apenas unos días. En todas ellas, diferentes colegas
nos sugerían amablemente algunos temas a abordar ‘en
el siguiente monográfico’, dando por sentada, con una
rotundidad que nos sorprendió, la publicación de nuevos
volúmenes. Uno de los colegas proponía sucintamente dedicarlo
a ‘Filogenia’ (sin más detalles); el segundo era un poco
más concreto y manifestaba un extraordinario interés en
que el siguiente volumen fuera dedicado a la sistemática
de coleópteros (‘el orden más importante dentro de los
Insectos’, subrayaba, mencionando algunos datos numéricos);
el tercero venía a decir en su extensa carta, de varios
folios, que tal vez fuera oportuno prestar algo de atención
a aspectos que normalmente quedan en un segundo plano en
los estudios entomológicos, habitualmente de marcado carácter
taxonómico. En resumen: que más Ecología entomológica y
menos Sistemática y Filogenia de artrópodos. Imposible mayor
‘disparidad’de opiniones.
He de confesar que en la gruesa
carpeta de ‘proyectos a poner en marcha algún día’
de la revista (¡qué fácil es hacer proyectos!) había también
algunos temas que podían considerarse como ‘candidatos’
a futuros monográficos. Entre esos temas se contaban (y
siguen contando) el de Biogeografía de artrópodos o la Diversidad
entomológica. El primer caso es una consecuencia lógica
de nuestro volumen previo dedicado a Paleo-entomología:
tras los ‘artrópodos en el tiempo’ debían aparecer los ‘artrópodos
en el espacio’. El segundo, es un proyecto en el que se
trataría de fijar el estado de nuestros conocimientos para
algunos de los taxones de alto rango más representativos
de nuestra entomofauna. Otro proyecto todavía más indefinido
tenía que ver con la posibilidad de dedicar algunos artículos
(o incluso un volumen) a las nuevas tecnologías de
reconstrucción filogenética, esto es, a las técnicas de
análisis molecular aplicadas al estudio de la sistemática
entomológica, tema complejo pero de evidente interés y actualidad.
En los días posteriores hicimos
básicamente dos cosas: 1º) Responder a nuestros colegas
que, aun agradeciendo su interés, en principio no estaba
prevista la publicación ‘a corto plazo’ de un nuevo volumen;
y 2º) Cambiar de opinión y decidirnos a publicar un nuevo
volumen. No se busque la lógica. No la hay.
El siguiente paso, consistió
en decidir el tema del monográfico. Ciertamente cualquiera
de los propuestos por nuestros colegas o de los incluidos
en nuestra ‘carpeta de proyectos’ tenían el suficientemente
atractivo como para acometer la ‘aventura’ y, realmente,
resulta difícil elegir o fijar prioridades entre todos ellos.
Pero, los que siguen este boletín, saben que tenemos una
especie de divisa... ¿quién quiere retos pequeños?
Así que ¿por qué no dedicarlo a todos esos sugerentes
asuntos al mismo tiempo? El argumento no puede ser más elemental:
todos son, realmente, versiones de un único tema, la Evolución.
Los demás distingos son, en esencia, detalles menores o
cuestiones de etiquetaje (de artrópodos, o de biólogos).
Pero una cosa es la ‘teórica’
y otra muy diferente, la ‘práctica’... Que los ecólogos
no suelen sentarse con los paleontólogos, o que ambos no
suelen hacerlo con los sistemáticos (quienes, en ocasiones,
no lo hacen entre sí) y que ninguno de todos ellos lo haga,
al menos frecuentemente, con los analistas de secuencias
genéticas, aunque dediquen sus esfuerzos a la investigación
sobre los mismos organismos, es quizás uno de los aspectos
más pintorescos de eso que llamamos ‘Entomología’.
Y escribo ‘eso’ en lugar de ‘ciencia’ o ‘disciplina’,
porque no estoy muy seguro de que dada la fragmentación
del conocimiento actual sea posible aplicar estos términos
de forma coherente. Ahora bien, que no se haga normalmente,
no implica que sea algo inmoral (al menos necesariamente)
o ilegal. Así que realmente no existen impedimentos serios
para reunir de forma virtual a especialistas de diversos
campos de la biología dedicados al estudio de los artrópodos
entre las solapas de un único volumen y bajo un título común;
como mucho puede ser tachado de curiosidad o de excentricidad
pero al tiempo, como todo experimento justo antes de encender
‘la mecha’ de los explosivos, también de proyecto excitante
(intelectualmente excitante).
Lo anterior puede sonar a (intento
de) justificación. ¿Cómo explicar, bajo un rótulo común,
la vecindad de un artículo sobre fósiles del Proterozoico
con otro sobre selección sexual en insectos o los test psicométricos
aplicados a la inferencia filogenética? ¿qué relación puede
existir entre los priapúlidos (en un volumen sobre artrópodos),
los principios de nomenclatura zoológica, el proceso de
colonización de los tenebriónidos en las Islas Canarias
y los simbiontes hereditarios en artrópodos o la variación
de color en el caso de las arañas?
Pues bien, todos esos temas
(y algunos más, hasta más de 50), pueden agruparse bajo
el paraguas de una nueva Babel que ésta vez, eso pretendemos,
ha de funcionar a la inversa de la bíblica: acercando en
lugar de distanciando, ofreciendo una panorámica amplia,
diversa, abierta, necesariamente incompleta y fragmentada,
pero suficientemente rica como para permitir a los habitantes
de esa enorme construcción (Torre de Babel, o su trasunto,
la ‘Entomología’), sentarnos a la misma mesa, cualquiera
que sea nuestro ‘piso de residencia’ (ecología, sistemática,
taxonomía, paleontología, biogeografía...) y compartir,
en una lengua común, los conocimientos sobre la evolución
de los artrópodos. Las fronteras están, bien mirado, para
burlarlas.
Al modo del chiste sobre los
tres ciegos que se acercan a un elefante por primera vez
e intentan describirlo en función de la parte del cuerpo
que palpan, con gráficas divergencias en cuanto a las conclusiones
correspondientes (a cual más equivocada), algo parecido
puede ocurrirnos en nuestra ‘Entomología’. Corremos el riesgo
de incrementar exponencialmente la información sin aumentar
apenas nuestro conocimiento. Por ello, es recomendable hacer
un stop de vez en cuando, sacar las cabezas de nuestros
escondrijos (o ‘especialidades’) y otear el horizonte o,
siguiendo con el símil del elefante, palpar otras regiones
anatómicas del gigante. Al principio, pueda ser que sólo
aumente nuestra confusión, pero la lógica dice que el ciego
que probablemente tendrá una percepción más correcta del
paquidermo será aquel que más zonas haya palpado. Al menos
será el más confundido y, por tanto, el que menos firmeza
demostrará en la defensa de sus errores. En el caso de la
Entomología, la necesidad de adoptar este planteamiento
es todavía más evidente si consideramos que nuestro elefante
es, en realidad, un verdadero ejército de organismos caracterizados,
precisamente, por su enorme grado de diversidad. Un millón
de especies conocidas más una horquilla que oscila entre
5 y 100 millones, según la metodología de muestreo utilizada
o la opinión y estado de ánimo del ‘apostante’, junto a
medio millón de fósiles ‘artropodianos’ y otra horquilla
que multiplica su extremo superior por 25, hasta la escalofriante
cifra de varios miles de millones, es el ‘objeto’ sobre
el que los tres invidentes deben dar sus opiniones. Y no
está mal utilizar este ejemplo (aunque no sea muy correcto
señalarlo) porque en gran medida, los entomólogos nos vemos
obligados a movernos en los límites de la ceguera, pues
apenas contamos con información que pueda considerarse amplia
de un puñado de especies; del resto, debemos conformarnos
con datos sueltos bajo una etiqueta latina y algunas agrupaciones
que intentamos permanente o alternativamente sostener y/o
refutar.
La diversidad biológica, una
entidad que bien podría ser adjetivada de ‘artrópoda’ por
su composición actual y pasada, sólo puede estudiarse por
partes, pero sólo es comprensible en conjunto, como unidad.
Del mismo modo, los artrópodos, probablemente intratables
como conjunto de organismos individuales, pueden ser abordados
o comprendidos como unidad biológica, con una historia única
(esperemos que Nature o Science no nos informen
de que la monofilia del taxon ha sido refutada con pruebas
contundentes antes de que esta introducción sea impresa)
y con unas características bien definidas que incluyen un
conjunto de rasgos morfológicos comunes, pero sobretodo
una terrorífica plasticidad y una capacidad, aparentemente
inagotable, para permanecer, como taxon dominante, aunque
todo lo demás cambie. Los artrópodos son la ‘constante’
de este planeta; el resto es básicamente anecdótico.
Probablemente debería no escribir
el presente párrafo, pero ya es demasiado tarde para echarse
atrás. Se trata de insistir en algo que parece evidente
en sí mismo -una ‘perogrullada’, pues-, pero que puede pasar
desapercibido para aquellos que dedican sus esfuerzos e
intereses a los aspectos más descriptivos y ‘pegados al
suelo’ de la entomología básica: los centenares de páginas
que siguen a esta introducción tratan simplemente de escarabajos,
ciempiés y polillas. Ciertamente, este aspecto intentará
ser disimulado por los autores mediante múltiples estratagemas.
Por ejemplo, utilizarán un buen número de palabras técnicas
y nombres rimbombantes (o al menos impronunciables) relativas
a centenares de taxones que junto a un amplio surtido de
teorías de título sonoro (ya sea para refutarlas, ya para
ratificarlas) y artefactos metodológicos, harán creer al
lector que tiene entre las manos un volumen multidisciplinar
de ciencia pura y dura más propia de cátedras universitarias
de prestigio o de revistas con índice de impacto galáctico
que del Boletín de la SEA. Sin embargo, insisto,
el lector debe hacer un esfuerzo para no dejarse ‘engañar’:
este libro, en esencia, trata sobre vulgares ‘bichos’,
pero lo hace intentando dar respuesta a algunas de las cuestiones
más atractivas y apasionantes que tiene planteadas la biología
de este final de milenio: ¿cuál es el origen de los artrópodos
y dónde se ubican en el árbol de la vida?, ¿qué relación
tienen con otras formas de vida y entre ellos mismos?, ¿cómo
han evolucionado? y ¿cómo están evolucionando?... En fin,
‘vulgares bichos’ tal vez no sea el término más adecuado
para definir a la mayor fuerza planetaria de todos los tiempos.
3. Introducción
(seria, conforme
a cánones tradicionales)
El presente volumen ofrece una
‘panorámica’ del estado de la cuestión artrópoda desde la
perspectiva de su evolución y filogenia. No hemos pretendido
ser exhaustivos, pues el fracaso hubiera estado asegurado,
pero sí abordar las principales ideas y las problemáticas
más candentes para ofrecer una suerte de síntesis, rigurosa
y razonablemente asequible, de los conocimientos disponibles
en la materia. Sin embargo, como se verá, en varios casos
son presentadas auténticas novedades y avances científicos
en la materia.
Como dirían nuestros colegas
‘moleculares’, el volumen constituye una matriz de datos
en la que hemos querido compendiar los principales enfoques
desde los que puede abordarse el estudio de la evolución
artrópoda. Con esta filosofía, integradora y sintética,
hemos dividido el volumen en cinco bloques temáticos o secciones
que se encuentran íntimamente interrelacionados.
Previamente, en un gesto probablemente
romántico nos ha parecido oportuna la reproducción del trabajo
que, oficialmente al menos, abrió el cajón de los truenos
de la evolución. Nadie mejor que el propio Charles Darwin
junto a Alfred Rusell Wallace esbozando las primeras ideas
sobre la evolución de las especies por selección natural
para entrar en materia. Se trata del artículo firmado por
ambos el 30 de junio de 1858 (el ‘Origen de las Especies’
tardaría aún un año más), publicado en el Journal of
The Proceedings of The Linnean Society de Londres y,
que nosotros sepamos, no traducido al castellano previamente.
Sirva, también en este caso, como necesario homenaje. No
hemos podido (ni ciertamente querido) resistir a la tentación
de ser ligeramente sarcásticos (ayudando con ello a la Leyenda
negra del Bol.SEA) y hemos intitulado el artículo con una
frase bíblica:
‘Y la Luz se hizo...’.
La Primera Sección está dedicada
a los conceptos y métodos en el estudio de la filogenia
y ha sido coordinada por Juan José De Haro. Se trata de
un bloque de 8 artículos en los que se abordan algunos tópicos
que entendemos transcendentes relacionados con la reconstrucción
filogenética. Todo armamento teórico y conceptual es escaso
cuando lo que se tiene enfrente es un problema como la Filogenia
de Arthropoda, así que conviene revisar algunas ideas y
conceptos en torno a la Sistemática, la Taxonomía, la Filogenia
y las Clasificaciones. Sobre las conflictivas relaciones
entre las dos últimas, el recientemente galardonado Ernst
Mayr, aporta su punto de vista crítico en el que la cladificación
(o clasificación resultante de la sistemática filogenética)
no sale muy bien parada. Otros artículos se ocupan de reseñar
brevemente la historia de las ideas evolutivas o de la rica
combinatoria de significados entre Sistemática y Taxonomía
y sus implicaciones prácticas. Los tres siguientes se ocupan
del cladismo, el método más utilizado actualmente en la
reconstrucción filogenética, analizando sus bases conceptuales,
filosóficas y principios básicos, así como su metodología
interna. No faltan referencias a los hitos que han marcado
su historia ni, por supuesto, a sus controversias internas
y a ciertas calumnias que le han sido imputadas. Borja Sanchiz
presenta a continuación un ejercicio de exploración conceptual.
Si la psiquiatría no ha sido totalmente ajena a algunos
hallazgos de la ecología y la etología, en este caso deviene
fuente de analogía para la inferencia filogenética y tal
vez, si el camino descubierto por el autor lleva a buen
puerto, de herramientas e instrumentos de medida estandarizados
que permitan resolver algunos de las problemas metodológicos
que tiene planteados la investigación filogenética, como
por ejemplo la selección de caracteres y su codificación.
Cierra el bloque una breve reflexión sobre un tema que cuenta
en su haber con miles de páginas sin que, en puridad, pueda
considerarse definitivamente cerrado. En ‘¿Qué es una especie?’
se presentan algunas de las respuestas emitidas por los
biólogos desde diferentes trincheras conceptuales, lo que,
de algún modo, nos avisa de lo mucho que queda por hacer
en el territorio puramente conceptual de nuestra disciplina.
Los artrópodos en el Árbol de
la Vida es el título de la Sección II del volumen, en la
que se incluyen 8 artículos. A través de ellos, se ha pretendido
ofrecer una idea de la posición de los artrópodos en el
organigrama de los seres vivos, lo cual, como se verá, no
es ni sencillo ni mucho menos evidente. En principio, parece
mayoritariamente aceptada (aunque debemos recordar que la
realidad es la que es) la monofilia de Arthropoda. Pero
aceptar que son un grupo natural está lejos de haber resuelto
todas las incógnitas. Su origen, por ejemplo, plantea múltiples
interrogantes, especialmente a la luz de las investigaciones
(y re-examen) de diversos fósiles a los que llamamos ‘problemáticos’.
Por otro lado, la historia evolutiva del grupo tampoco es
fácil de trazar, así como, especialmente, las relaciones
de los artrópodos con otros grupos de organismos. Veremos
que son defendidas, diferentes hipótesis en los artículos
de esta sección y presentados argumentos a favor y en contra
de todas ellas. El análisis morfológico (de especies actuales),
el paleontológico y el de secuencias moleculares junto al
llamado ‘análisis combinado’ lleva a resultados bien argumentados
pero, en ocasiones, francamente enfrentados. Las metodologías
tampoco son ajenas a esta disparidad de hipótesis y tal
vez el único motivo de consenso entre los investigadores
(junto a la probable monofilia de Arthropoda) sea la necesidad
de seguir investigando en todos los frentes. Sea como fuere,
fijar la posición correcta y relaciones del principal grupo
biológico planetario, es hoy una hipótesis sobre la que
debatir (y una de las más interesantes).
Ben Waggoner abre el fuego con
un artículo sobre los comienzos de la historia evolutiva
de los artrópodos y se pregunta sobre lo que pueden contarnos
los fósiles. Hace 500 millones de años ya habían aparecido
la mayoría de las clases artrópodas actuales y todas las
extinguidas, junto a un buen número de formas de apariencia
artrópoda y cuya asignación a un grupo de artrópodos actual,
a un grupo ancestral de los artrópodos o a un metazoo distinto
pero de aspecto artropodiano es terriblemente complicada.
La interpretación de formas conservadas en restos geológicos
sin equivalente actual que pueda servir de referencia encierra
una enorme dificultad y aunque aporta informaciones valiosísimas
sobre los orígenes y primeras etapas filogenéticas del hipotético
grupo, también plantean nuevas y apasionantes incógnitas.
Waggoner pasa revista al registro fósil de los artrópodos
y otros grupos relacionados del Cámbrico, con especial atención
a algunos taxones como los (supuestamente) feroces dinocáridos
y los (aparentemente) tranquilos lobópodos. Ambos podrían
relacionar a los artrópodos con otros grupos. Igualmente
el autor rastrea los yacimientos del Proterozoico tardío
en busca de organismos ‘artropodianos’ que puedan documentar
el origen de la explosiva diversidad artrópoda del Cámbrico.
La dificultad de la interpretación de aspectos morfológicos,
fisiológicos y ecológicos de los organismos se ve multiplicada
cuando éstos son restos fósiles. Es suficiente con considerar
que cuestiones tan aparentemente firmes (para los no paleontólogos)
como la división entre Proterozoico y Paleozoico (o Precámbrico
y Cámbrico) han sido muy debatidas y encierran muchos problemas
en la definición de sus límites. Más aún, cabe plantearse,
como hacen Eladio Liñán y José A. Gámez Vintaned, si la
llamada radiación cámbrica fue una explosión de biodiversidad
(especialmente al más alto nivel taxonómico) o si todo ello
puede ser el resultado de un ‘artefacto’, es decir, si esa
rica colección de organismos, o sus ancestros, ya existió
previamente y simplemente no fue conservada por el registro
fósil a consecuencia de procesos geológicos, biológicos,
etc. Ambos autores aportan luz sobre diversas cuestiones
básicas relacionadas con ese singular fenómeno biológico
en el que los artrópodos parecen emerger de la ‘nada’.
Estos dos primeros artículos
permiten hacerse una idea de la importancia del registro
fósil como fuente de información filogenética, pero también
de sus dificultades y limitaciones. Los siguientes artículos
trasladan el debate a otros territorios en base a otros
métodos de análisis. Gonzalo Giribet plantea una dicotomía
de candente actualidad en cuanto se refiere a la determinación
de los parientes cercanos de los artrópodos: Ecdysozoa versus
Articulata, o su equivalente en términos morfológicos: muda
cuticular frente a metamerismo como razón de ser genealógica.
Giribet presenta su hipótesis en base a resultados del análisis
molecular de la secuencia 18S del ARN ribosomal de 145 taxones,
con una matriz morfológica de 172 caracteres, presentando
previamente una introducción a la sistemática molecular
aplicada al estudio filogenético, así como sobre las hipótesis
previas en torno a la relación de los artrópodos con otros
grupos. Andrés De Haro, por contra, presenta un análisis
fundamentalmente morfológico basado en el estudio de la
región cefálica de diversos taxones (Arthropoda, Onichophora,
Annelida y Lophophorata) en el que se apoya la hipótesis
que relaciona más estrechamente a los artrópodos con los
anélidos, es decir, los clásicos (pues fueron propuestos
ya por Cuvier) Articulata.
Vemos que existen hipótesis
enfrentadas en cuanto a la posición de los Artrópodos en
el Árbol de la Vida y a sus relaciones con otros Phyla supuestamente
cercanos. Un caso parecido es el de los onicóforos, gusanos
aterciopelados o gusanos con patas, un pequeño grupo de
organismos que parecen estar especializados en crear problemas
a los investigadores. Su historia es apasionante y se remonta
a la base del Cámbrico, aunque como es habitual, existe
un cierto debate en torno a si aparecieron incluso antes,
en el Precámbrico, o mucho después, siendo los fósiles conocidos
de ese periodo un simple grupo ancestral y remoto de las
especies actuales. Su ecología y morfología actuales, cajón
de sastre de caracteres propios de otros phyla, son igualmente
llamativas. Julián Monge-Nájera y Hou Xianguang realizan
una presentación de este enigmático grupo animal que se
mueve en las inmediaciones de lo artrópodo sin encontrar,
tampoco, una ubicación definitiva.
Aleshin y Petrov vuelven al
problema de Arthropoda y a las implicaciones del gen 18S
ARNr en su evolución, comentando las dificultades básicas
que plantea la secuencia cuando es utilizada para resolver
los problemas relacionados con la reconstrucción filogenética
de los artrópodos y la definición de su posición respecto
a los restantes Metazoa, señalando ya algunos otros correspondientes
a grupos de nivel inferior (Subphylum), que serán abordados
en la siguiente sección. Antes, Giribet, Edgecombe y Wheeler
trazan una suerte de preámbulo necesario abordando la ‘alta’
sistemática de Arthropoda, es decir, las relaciones entre
los grandes grupos de artrópodos, presentando una síntesis
de las diferentes hipótesis formuladas sobre la cuestión.
Para cada uno de los grandes grupos se presenta igualmente
un resumen de situación en base a las posiciones más consolidadas
en la moderna bibliografía. A lo largo del trabajo se presta
una especial atención a las aportaciones provenientes del
análisis molecular (o del combinado con datos morfológicos)
y se cierra el artículo con la exposición de dos de las
dicotomías más debatidas en torno a las relaciones internas
de Arthropoda, la que enfrenta a Atelocera vs. Pancrustacea
y la que enfrenta a Schizoramia vs. Mandibulata.
El cierre vuelve a los orígenes
de la Sección, la Paleontología, presentando el tema de
las evidencias de la actividad biológica producidas por
artrópodos a lo largo del tiempo geológico en el medio terrestre.
Los ichnofósiles son valiosas herramientas para el conocimiento
de la actividad, morfología y comportamiento de organismos
pretéritos, completando la información disponible de los
restos fósiles directos de los propios artrópodos y permitiendo
una mejor comprensión de su evolución, modo de vida e, incluso,
de las condiciones ambientales reinantes en vida del organismo
productor. Toda ‘pista’ -permítasenos el juego de palabras-
es útil para reconstruir el gran puzzle de la historia geológica
de los artrópodos.
La Sección anterior lleva el
debate filogenético hasta el límite del nivel Arthropoda
y baja su primer escalón sistemático. A partir de ahí entramos
en ‘Artropodiana’, la Sección III del volumen y la más extensa
en páginas y artículos por razones que se adivinarán fácilmente.
Efectivamente, en esta sección hemos tratado de presentar
una selección de artículos centrados en la filogenia de
los grandes grupos de artrópodos. Por supuesto, resulta
materialmente imposible ocuparse de todos ellos; ni siquiera
de la mayoría, a pesar de lo cual se presentan 17 artículos
que cubren, razonablemente, la mayor parte del espectro
artropodiano. Así, al nivel taxonómico de Subphylum o Clase,
están tratados, en primer lugar, los Trilobites, tal vez
por el dudoso privilegio de haberse extinguido, Crustáceos
(y otros organismos también extinguidos y de posición dudosa
conocidos como crustaceomorfos), Quelicerados, parte de
los ‘Miriápodos’ y, por supuesto, los Hexápodos.
Los quelicerados cuentan con
tres artículos; Janson A. Dunlop sintetiza perfectamente
su evolución, presentando algunas de las hipótesis de parentesco
propuestas por los autores y pasando exhaustiva revista
a los principales problemas e incógnitas relacionadas con
la filogenia interna del grupo. Para Dunlop, los picnogónidos
son probablemente quelicerados basales, hipótesis desarrollada
en el siguiente artículo por Tomás Munilla en el que se
recopila la información disponible sobre Pycnogonida. Un
tercer artículo está dedicado íntegramente a los Acari.
Edgecombe, Giribet y Wheeler
presentan el más novedoso y exhaustivo análisis de la filogenia
de Chilopoda realizado hasta la fecha, revisando, para ello,
más de un centenar de caracteres morfológicos y secuencias
completas de ARN ribosómico (secuencias 18S y 28S) para
representantes de la mayoría de las familias del grupo,
utilizando como grupo externo a hexápodos y diplópodos.
La extensa prospección se completa con un análisis simultáneo
de los datos precedentes (combinando caracteres morfológicos
y moleculares) a través del método de optimización directa,
lo que permite ofrecer una hipótesis sobre la filogenia
del grupo y de sus taxones internos.
Los restantes 11 artículos están
dedicados a los Hexapoda. Carpenter y Wheeler centran su
atención en la alta filogenia del grupo y revisan los análisis
cladísticos aplicados al problema de determinar las relaciones
entre sus órdenes. Para ello pasan revista a las hipótesis
resultantes de datos morfológicos, de datos moleculares
y del análisis combinado, prestando especial atención a
los problemas más significativos como la posición y relaciones
de Diplura (todo un clásico), de Estrepsiptera, Zoraptera
o de Dyctioptera. A propósito de Diplura, por ejemplo, el
reciente volumen ‘Arthropods relationships’ (R.A.
Fortey & R. H. Thomas, 1998, The Systematics Association)
incluye varios artículos que presentan hasta tres hipótesis
diferentes. Nikita J. Kluge recopila las autapomorfías de
Hexapoda al tiempo que aborda algunos de los problemas que
se plantean con el uso de la Nomenclatura Zoológica, distinguiendo
varios tipos y proponiendo un nuevo conjunto de reglas alternativas
a las propuestas en el CINZ.
El siguiente escalón nos sitúa
en el nivel de Orden. Carmen Bach et al. se ocupan de un
conjunto de órdenes de enorme importancia filogenética por
cuanto son considerados los ‘insectos más primitivos’, y
a los que tradicionalmente se ha agrupado bajo la denominación
de ‘Apterygota’ o ‘insectos sin alas’, cuya condición de
grupo natural (monofilético) no parece sostenerse. Pero
si sobre la parafilia de Apterygota parece existir un extendido
consenso, no puede decirse lo mismo respecto a los diferentes
órdenes que incluye, su posición, las relaciones entre ellos
o la propia monofilia interna de algunos de ellos. En el
artículo se efectúa una síntesis de las diferentes y más
importantes hipótesis filogenéticas propuestas por los autores
más recientes. Otro grupo de insectos a los que tradicionalmente
se les ha asignado la etiqueta de ‘primitivos’ son las cucarachas.
Philippe Grandcolas, uno de los principales especialistas
mundiales en el grupo, se encarga en su artículo de poner
en duda ese mito (y algunos otros) y aborda el origen de
la diversidad del grupo y su filogenia prestando una especial
atención a la información disponible de carácter ecológico
(conducta social, defensiva, comportamiento reproductor,
comunicación...) y deduciendo, a partir de ella, una historia
evolutiva de sus patrones de comportamiento lo que permite
poner a prueba y/o complementar otras hipótesis filogenéticas
tradicionales basadas en otro tipo de caracteres. Los siguientes
dos artículos se ocupan de los órdenes clásicos que hoy
se agrupan bajo Hemiptera. Juan M. Nieto Nafría examina
la filogenia de los tradicionales ‘Homoptera’ (que serían
parafiléticos) y de sus principales grupos. Mª Angeles Vázquez
y Tomás López continúan con el restante grupo de Hemiptera:
los heterópteros (o ‘chinches’), considerado actualmente
un grupo natural monofilético compuesto por siete infraórdenes
que son brevemente comentados. Los Coleópteros son los animales
‘campeones de la diversidad’ y son el objeto del siguiente
artículo a cargo de Ignacio Ribera. En él se presenta una
amplia panorámica del estado de nuestros conocimientos e
hipótesis en torno a la filogenia, evolución y clasificación
de los escarabajos al más alto nivel taxonómico. Estamos
convencidos de que el colega que nos sugería un volumen
sobre la sistemática de Coleoptera se dará por satisfecho.
Hymenoptera es otro de los grandes órdenes de Hexapoda.
José Luis Nieves Aldrey y Félix M. Fontal-Cazalla se ocupan
de él revisando la más moderna bibliografía disponible y
todo el corpus de datos provenientes de análisis morfológicos
y moleculares, pero también de estudios de carácter ecológico
relacionados con la historia evolutiva del tipo de alimentación
larvaria, el parasitismo y la socialización. Igualmente
se revisan los datos disponibles del registro fósil, se
discuten las relaciones del orden con otros insectos y la
clasificación interna y se aportan datos sobre la diversidad
específica y ecológica del grupo. Los tres últimos artículos
están referidos a Lepidoptera, abordando aspectos muy diferentes
de la evolución y filogenia del grupo. Enrique García-Barros
presenta una revisión sintética de carácter introductorio
a todo el orden, poniendo especial énfasis en los aspectos
esenciales que probablemente más han influido en la evolución
y diversidad del grupo (de carácter morfológico y ecológico).
José L. Yela e Ian J. Kitching se ocupan de la filogenia
de Noctuidae, la mayor familia de lepidópteros en especies
(35.000, de momento) e individuos (al menos aparentemente).
Los autores presentan una hipótesis sobre las conflictivas
relaciones de parentesco entre las 41 subfamilias de noctuidos
basada en la revisión crítica de datos previos, su reinterpretación
y la aportación de otros nuevos. La reconstrucción filogenética
utiliza todo tipo de materiales para apuntalar sus hipótesis.
Una de esas fuentes, como ya ha sido tratado en otros artículos
previos, es la paleontología y en concreto el registro fósil
de artrópodos. No todos ellos tienen las mismas ‘aptitudes’
para ser preservados, pues a las ya de por sí complejas
circunstancias que deben concurrir en general, en el caso
de ciertos artrópodos (como los lepidópteros) se añaden
nuevas dificultades de carácter tafonómico y biológico derivadas
de su especial morfología y forma de vida. Fidel Fernández
Rubio se ocupa del registro fósil de las mariposas centrándose
en el caso, relativamente especial, de los Zygaenini y mostrando
cómo puede ser utilizada la información paleontológica,
aunque sea escasa, para deducir hipótesis evolutivas.
La Sección IV lleva por título
‘Biogeografía: la evolución en el espacio’. La distribución
de los organismos, y en concreto, de los artrópodos, no
es aleatoria; responde a patrones y causas próximas (ecológicas)
o remotas (históricas) que constituyen el auténtico objetivo
de la biogeografía entomológica. Para comprender esas causas,
la biogeografía tiene que echar mano de contenidos y métodos
de otras disciplinas, lo que la convierte bien en una super-disciplina
de síntesis o bien, como apuntan F. Martín Piera e I. Sanmartín,
en una disciplina ‘ameboide’ de fronteras difusas... Sea
como fuere, la biogeografía bebe del manantial de la biología
evolutiva (sensu lato, pues no hablamos de escuelas sistemáticas)
y aporta a ésta la dimensión espacial. Estamos acostumbrados
a pensar en la evolución como un proceso eminentemente temporal,
y así es, pero la evolución es algo que ocurre también en
el espacio y que a menudo deja su marca en él (y, en realidad,
también a la inversa). Un taxon es, en esencia, un estado
actual de caracteres morfológicos, ecológicos y geográficos
cuya historia evolutiva -única- pretendemos reconstruir
a través de la filogenia. De ahí la necesidad de esta sección
(y de la siguiente) en este volumen.
Los autores ya citados, Martín-Piera
& Sanmartín, presentan una amplia síntesis conceptual
y metodológica de la disciplina, centrando su atención tanto
en la biogeografía de áreas como de taxones (artrópodos)
de la región Holártica y Mediterránea. Una breve introducción
epistemológica da paso a la dicotomía dispersión-vicarianza
en cuyo interior se posicionan las diferentes escuelas o
corrientes biogeográficas, para las que se fija como objetivo
alcanzar una reconciliación en forma de síntesis. El siguiente
paso consiste en saltar del análisis teórico sobre conceptos
y métodos al ejercicio práctico de la disciplina. Se aborda,
también de forma sintética, la historia de las masas continentales
del hemisferio Boreal a diferentes niveles de resolución
(región Holártica, Europa, cuenca mediterránea) intentando
responder a dos preguntas: ¿qué nos dice la filogenia de
los organismos sobre la evolución espacial de áreas? ¿qué
procesos biogeográficos explican la evolución espacial de
los organismos?. Jorge M. Lobo, en el siguiente artículo,
se decanta por razones de tipo ecológico convirtiendo a
la distribución espacial de las especies es una respuesta
adaptativa de carácter individual y a las aparentemente
‘elaboradas’ comunidades ecológicas en asociaciones circunstanciales.
Los dos restantes artículos de la sección abundan en algunos
de los temas analizados en el artículo de apertura, pero
lo hacen sobre la base de un ejemplo concreto (el área geográfica
de las Islas Canarias). R. Real et al., dedican el primero
de ellos a la contrastación de hipótesis explicativas de
la distribución específica de arañas en las islas, relacionando
dicha diversidad (en términos de riqueza y endemicidad)
con una serie de variables ambientales que puedan explicarla.
En otras palabras: se trata de encontrar las causas que
expliquen la diversidad y distribución de las arañas en
el archipiélago canario. En el siguiente se pretende interpretar
o reconstruir los distintos procesos de colonización de
las islas poniendo a prueba diversas hipótesis explicativas
utilizando en este caso a los tenebriónidos.
En realidad, la dicotomía entre
procesos ecológicos y procesos históricos (o, si se prefiere,
causas próximas y causas lejanas) está presente no sólo
en la Biogeográfica sino en todo lo relacionado con la evolución.
Las Secciones II y III (y en parte, la IV) del volumen se
han ocupado de la Evolución como algo que ‘fue’ y cuyas
causas, mecanismos y procesos pretendemos descubrir para
comprender la estructura de la vida actual sobre el planeta.
Pero la evolución es también algo que está ocurriendo, en
presente, y que sigue rigiendo el devenir de la biota planetaria.
La Genealogía es necesariamente algo que pertenece al pasado,
aunque explique lo actual, pero la Evolución es un mecanismo
intemporal, activo exclusivamente en términos de presente.
La Biogeografía -o las biogeografías histórica y ecológica-
son el puente que nos facilita el salto de uno a otro tipo
de análisis, permitiéndonos abordar, en la última Sección
del volumen, la V, el tema de la Ecología Evolutiva o la
‘Evolución en tiempo real’.
Marcos Méndez, coordinador de
la sección, efectúa una presentación de los conceptos y
métodos de la Ecología Evolutiva que, como era de esperar,
difieren sensiblemente de los empleados en las disciplinas
que abordan la evolución desde planteamientos fundamentalmente
históricos. Modelos matemáticos (de optimización, de teoría
de juegos y genéticos) para predecir fenotipos y métodos
empíricos de medición (junto al uso de información filogenética)
son las principales herramientas teóricas y prácticas utilizadas
en el estudio de la evolución en poblaciones de organismos
actuales. Continuando con lo ‘metodológico-conceptual’,
Antonio Barbadilla reflexiona en ‘La selección natural:
Me replico, luego existo’ sobre la idea de la selección,
cuya antigüedad y aceptación generalizada, no garantiza
su comprensión (ni siquiera fuera de Kansas y otros reductos
creacionistas). Barbadilla expone en su artículo los conceptos
básicos de la teoría de la selección natural en el contexto
del neodarvinismo y defiende la necesidad de avanzar en
el estudio de la selección ‘en acción’ para entender, realmente,
cómo actúa en el seno de las poblaciones naturales. Adolfo
Cordero se ocupa de la adaptación, la selección natural
y de algunas falacias muy extendidas incluso en ámbitos
científicos y académicos. La idea de ‘selección de grupo’
(al nivel de especie y de comunidad) como motor de adaptación
es seriamente criticada, al tiempo que son vapuleados ciertos
clichés (algunos, verdaderos ‘clásicos’) que no han hecho
sino aumentar la confusión en torno a unas ideas que, como
señalaba Barbadilla, suelen ser incomprendidas.
Los siguientes dos artículos
conforman un bloque en torno al significado evolutivo de
la variación intraespecífica, tomando como motivo los patrones
de coloración en artrópodos. Geoff Oxford analiza las variaciones
de color en el caso de las arañas y su significado evolutivo,
especialmente desde el punto de vista de la genética ecológica.
Michel E. N. Majerus aborda un ejemplo clásico de la evolución
en acción: la del melanismo industrial en lepidópteros,
con especial atención a Biston betularia, la especie
que ha dominado el estudio de este fenómeno y sobre la que
se plantean ahora interesantes consideraciones (o re-consideraciones).
Un nuevo bloque compuesto por
tres artículos se ocupa de los individuos en el marco de
la Ecología Evolutiva. Antonio Torralba pasa revista al
tema de los ciclos vitales y balances energéticos en artrópodos,
es decir, a la forma en que los organismos administran la
energía disponible para repartirla entre las diferentes
necesidades. Enrique García-Barros analiza la importancia,
desde el punto de vista ecológico y evolutivo, del tamaño
de los artrópodos, proporcionando una síntesis accesible
y amena sobre los principales aspectos e implicaciones de
la cuestión. Xim Cerdá dedica su artículo al Aprovisionamiento
como proceso de obtención de alimento en el caso de las
sociedades de hormigas. La optimización de los comportamientos
animales está sujeta a debate desde una perspectiva ecológica
y evolutiva, o al menos ha sido puesta en duda repetidamente.
El autor analiza la aplicación de modelos matemáticos de
optimización de estrategias de aprovisionamiento en el caso
de diversos tipos de hormigas y su capacidad predictiva
para contrastar la posible excelencia de los resultados
reales.
La Selección sexual es el tema
central de los siguientes dos artículos. Adolfo Cordero
la relaciona con el comportamiento reproductor en los insectos,
revisando los mecanismos a través de los que actúa y varios
ejemplos relacionados con los odonatos en los que se cuestionan
hipótesis que parecían muy asentadas en la bibliografía.
Carmen Zamora y Juan J. Soler se ocupan de la selección
sexual en relación a la asimetría fluctuante, como factor
de ‘medición’ de la estabilidad morfológica (y por ende,
genética). Una suerte de ‘certificado de calidad’ de los
candidatos sexuales. En el artículo se revisan los principales
factores genéticos y ambientales que pueden influir en el
desarrollo de un carácter, así como distintas medidas de
medición y su fundamentación, utilizando ejemplos relacionados
con los insectos.
La eusociabilidad en algunos
grupos de insectos (himenópteros, isópteros) es uno de los
aspectos más atractivos de los artrópodos. Ignacio Fernández
Escudero dedica su artículo a la definición de la eusociabilidad
y a su historia, para pasar a continuación a plantear las
diversas teorías que pueden explicar este tipo de comportamiento
tan especial, en la que, entre otras cosas, la selección
sexual da paso a la selección por parentesco poniendo en
algunos aprietos a las teorías clásicas en torno a la evolución
por selección natural.
El parasitismo es un comportamiento
ampliamente extendido en todo tipo de organismos. Alberto
Tinaut y Francisca Ruano se ocupan de un tipo especial,
el ‘parasitismo social’, aplicable a aquellos casos en los
que una sociedad de insectos vive a expensas de otra sociedad
de insectos. Este comportamiento está relativamente extendido
en diversos grupos taxonómicos, lo que indica que deben
existir razones poderosas para su existencia. El artículo
presenta una síntesis de las hipótesis sobre su origen y
evolución de este tipo de vida, así como sobre sus implicaciones.
Los últimos artículos están
centrados en la evolución de diversos tipos de interacciones.
Éstas han debido tener un papel esencial en la evolución
de los artrópodos. Jeff Ollerton aborda una clásica: las
relaciones entre los artrópodos polinizadores y las plantas,
fruto de una historia evolutiva compartida. Otra relación
clásica es la Fitofagia, cuestión a cargo de Tomás Pérez
Contreras, quien pasa revista a la aparentemente simple
(pero en realidad compleja) relación de plantas e insectos
especializados y a sus principales implicaciones desde el
punto de vista evolutivo.
Cierra la sección y el volumen
el artículo de Michael E. N. Majerus sobre simbiontes hereditarios
causantes de efectos deletéreos en los artrópodos. Se trata
de otro tipo de interacción (los endosimbiontes de transmisión
hereditaria) que han podido jugar un papel esencial en la
evolución de los artrópodos hospedadores.
En resumen, pues, el volumen
ofrece una razonable aproximación a la evolución y filogenia
de artrópodos, partiendo de una presentación de conceptos
y métodos (al menos de algunos de ellos) y aportando algunas
ideas interesantes y ciertamente novedosas. En el siguiente
paso, intentamos mostrar el abanico de problemas e incógnitas
que rodean a los oscuros orígenes artrópodos, lo que requiere
comprender las relaciones con otros grupos zoológicos. Artropodiana
traslada el misterio a otros niveles más bajos de lo sistemático
y aborda, al menos para ciertos grupos seleccionados, la
ingente y compleja tarea de fijar la genealogía de la Casa
Arthropoda. En otra dimensión, trasunto de una dualidad
interna, el Capítulo de Biogeografía intenta mostrar las
relaciones entre evolución y espacio, sirviendo de puente
entre lo Histórico (la sistemática filogenética) y lo Actual,
esto es, la Ecología Evolutiva, como expresión de la Evolución
en marcha y cuyos artículos cierran el círculo y el volumen.
4.- (Epílogo
a la) Introducción
Acabamos ya. Este volumen es el fruto de
casi año y medio de trabajo, desde que recibimos aquellas
cartas iniciales hasta que lo damos a la imprenta. Adoptada
la decisión de tratar el tema en sentido amplio resultó
evidente la necesidad de organizar un comité editorial en
el que estuvieran integrados colegas con conocimientos en
cada uno de los grandes bloques temáticos. Juan José De
Haro se ha ocupado de coordinar la sección I del volumen
(Conceptos y métodos en el estudio de la Filogenia), Marcos
Méndez es el responsable de la sección V (Ecología Evolutiva).
Por mi parte, con la ayuda de Ignacio Ribera, me he ocupado
de coordinar las restantes secciones. A pesar de ello, los
miembros del comité hemos trabajado frecuentemente como
un equipo, atendiendo y resolviendo de forma colegiada,
las cuestiones problemáticas surgidas en cualquiera de los
artículos del volumen. Varios miles de mensajes electrónicos
entre Zaragoza, Barcelona, Uppsala y Londres guardan la
memoria electrónica de esa intensa relación.
Agradecimiento:
En primer lugar, queremos agradecer
el esfuerzo realizado por los autores (tanto de los que
han participado como de aquellos que, por diversas razones,
se han ‘quedado en el camino’). Agradecemos igualmente el
interés mostrado por algunos colegas que, desgraciadamente,
no han podido participar por limitaciones de espacio o por
la duplicidad del tema propuesto.
Un buen número de evaluadores
anónimos han colaborado desinteresadamente en el volumen
revisando los artículos, proponiendo mejoras y, en ocasiones,
desaconsejando la publicación de algunos trabajos que no
han sido aceptados. A todos ellos nuestro sincero agradecimiento
y nuestras disculpas, pues en ocasiones los hemos sometido
a un auténtico ‘tour de force’.
En materia de traducción de
artículos al castellano, hemos de destacar el trabajo de
Leopoldo Castro Torres, que ha traducido íntegramente seis
de los catorce artículos publicados. Gonzalo Girbet ha revisado
la traducción de cuatro artículos y diversos colegas han
resuelto las consultas del Comité editorial en este terreno:
Josep Julve, Antonio Gatti, Dylan Gwynn Jones y Miquel Carles-Tolrá.
Expresamos igualmente nuestro
agradecimiento a los siguientes colegas por su colaboración
en diversas cuestiones editoriales: Fermín Martín Piera,
José Luis Yela, José Antonio Gámez Vintaned, Andrés De Haro,
Isabel Ruiz, Enrique García Barros, Miguel Angel Alonso
Zarazaga y Daniel Grustán Isabela.
Por último, hemos de destacar
la inapreciable y continua ayuda recibida de Gonzalo Giribet,
sin cuya colaboración este volumen no sería el mismo en
muchos aspectos importantes.